No debiera seguirse manoseando la reforma a la Policí­a Nacional Civil


Desde hace mucho tiempo tengo enfrente de mi computadora un precioso cuadro montado en madera en donde se lee una maravillosa sentencia: «Si algo es urgente, hágalo usted mismo; si usted tiene tiempo, deléguelo, pero si usted lo quiere dejar dormido para siempre, forme un comité». El lector no tiene ni la más remota idea de lo que me ha sido útil este mensaje, al punto que lo he puesto en práctica una y mil veces, pues funciona para todo, fuera en el seno familiar, en la oficina, en los negocios y hasta para hacer tantos entrampados trámites a los que nos fuerza reiteradamente nuestra pésima administración pública. Una vez más tuve que dibujar en mi mente el citado cuadro cuando leí­ el titular de un matutino: «Diputados ofrecen apoyo a cirugí­a mayor en PNC», porque si se tardaron cuatro meses para llegar a formular su diagnóstico ¿se podrán imaginar cuánto se van a demorar para elaborar la planificación, organización y funcionamiento de una entidad policial absolutamente distinta a la que ahora tenemos?

Francisco Cáceres Barrios

La reforma de la Policí­a Nacional Civil no es cosa fácil, pero sí­ es urgente. ¿Entonces, por qué el gobierno delegó una tarea cuya importancia es vital para la subsistencia de los seres humanos que habitamos y transitamos por el territorio guatemalteco?, ¿quién duda que el siguiente paso va a ser integrar un comité o comisión para ponerlo a trabajar con el fin de evitar o al menos contener, la mortandad que está provocando el tener una entidad por demás «corrupta, mentirosa e hipócrita», para utilizar las mismas palabras empleadas por el señor Vicepresidente recientemente? Y a lo que deben agregársele los términos de ineficaz, inoperante y nada confiable.

Es más que evidente pues, que al paso que vamos, el presidente Colom va a terminar su mandato y la mugre de la PNC va a seguir peor en todo sentido y es entonces cuando debiéramos preguntarnos: ¿quién pone los muertos, los asaltados, los vapuleados, los violados y los estafados?, ¿acaso no es a la sociedad guatemalteca?, mientras los polí­ticos (incluyendo dentro de ese término a todos los funcionarios designados o electos actualmente ejerciendo el poder) viven muriéndose, pero de la risa, porque el chapí­n común y corriente no puede ir ni siquiera a la vuelta de la esquina sin correr enorme cantidad de riesgos y ellos, siguen estando divinamente protegidos por la SAAS o sus propias policí­as. A mi me parecen magní­ficos los viajes al exterior para ir a ver cómo en otros lares matan a las pulgas; también son estupendas tantas reuniones en los salones del Congreso para hablar hasta por los codos de las terribles cosas que siguen pasando por causa de tanta incapacidad e ineficiencia, pero ¿no es verdad que la eficacia de un gobierno sólo es medible a través de resultados?