Soy un lector de su diario y a través de ese medio deseo manifestar lo siguiente: mi nombre es Arturo Mejía, vivo en el extranjero. Mi esposa es una dama del municipio de Sanarate, Guastatoya, Guatemala. El padre de ella, Jesús Fajardo del Pinal, fue internado de emergencia en el hospital general de la ciudad capital por explosión de la vesícula biliar aproximadamente a mediados del mes de junio del 2008. Fue operado en cuatro oportunidades y por la edad adulta del paciente (72 años) creo su estado se complicó al grado de quedar en coma desde su ingreso. Se mantuvo a expensas de máquinas y su cuerpo físico era deplorable; con llagas por toda la espalda, agujereado por todos lados, operaciones sin cerrar, con un tubo para ser alimentado por la garganta, etcétera, al final, los médicos lo declararon como vegetal y que al separarlo de ciertos aparatos moriría irreversiblemente. La familia tan pobre y sencilla accedieron firmando tal procedimiento a sabiendas que en cuestión de minutos expiraría; lo que me extraña y me pregunto es que los médicos ordenaron que lo llevaran aún con vida a la funeraria ya contratada por la familia. El caso fue que no había un lugar dónde tenerlo en esa funeral sino lo metieron a un vehículo de ellos donde pasó una, dos y otras horas más y el pobre hombre agonizaba. En el hospital ya no lo recibían pues ahora era responsabilidad de los firmantes. Este individuo murió nueve horas después de ser desconectado de las máquinas dentro de un vehículo en la orilla de la calle. No creo que las autoridades hospitalarias puedan ser inhumanos de no permitir que él muriera en la Sala de Intensivos, sobre una cama. Yo pregunto a los lectores y al mismo director del diario si eso es normal en Guatemala y a dónde poder acudir para que esta práctica inhumana pueda ser corregida, pues no es el primer caso. Gracias por su colaboración.