No basta con decir “¡basta!”


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Cuando era niño había un juego que se llamaba “Basta”, que consistía en elegir al azar una letra del alfabeto, y escribir en una hoja en blanco un nombre, un animal, un país, una fruta, un color, etc., que iniciase con esa letra. El que terminara primero, tenía que gritar “¡BASTA!” para impedir que los otros continuaran escribiendo. Pero como siempre ha habido gente necia y mañosa, a veces no bastaba con gritar “BASTA”, sino que había que tomarle las manos, quitarle la hoja de papel o quitarle el lapicero.

Mario Cordero Ávila
mcordero@lahora.com.gt


Recuerdo esto hoy día porque a diario leo los comentarios de los lectores ante las notas que los medios de comunicación escribimos cotidianamente, destapando casos de corrupción o de estupidez de parte de nuestros funcionarios y “dignatarios”. O también en casos de alta violencia, existe un repudio generalizado al conocer los casos.

“Ya basta”, “¿Hasta cuándo vamos a aguantar?” o “Que alguien convoque a una manifestación general”, son los comentarios usuales al saberse de corrupción, hipocresía política o violencia. Y pese a que el repudio ya es generalizado, tal parece que no basta con decir “Basta ya, hasta aquí”, sino que hay que dar un paso más allá.

Buena parte del “éxito” de las dictaduras militares se debe a que se enfocaron en eliminar sistemáticamente a los principales líderes sociales y políticos; así que a éstos no les quedó más que exiliarse, callarse o resignarse a que tarde o temprano fueran desaparecidos o asesinados. Los gobiernos civiles, desde 1986, se han favorecido de esta falta de liderazgo; porque no basta con decir “basta”, sino que también hace falta dar un paso más allá, que va hacia la protesta social; sin embargo, aún no hemos terminado de crear a los líderes reales que nos convoquen.

Lo peor de todo es que muchos politiqueros inescrupulosos se han dado cuenta de la falta de liderazgo generalizado en la sociedad guatemalteca, y nos han vendido el oro y el moro con tal de ganarse nuestra confianza, para ganar seguidores y luego vendernos como lo hizo en su tiempo Judas. Pero a estos liderazgos mesiánicos también hay que decirles “Basta”, aunque no basta con ello. Y, ojo, no estoy hablando de un líder en específico, sino que prácticamente de la mayoría de nuestros políticos, porque desde el Gobierno, el Congreso, los Tribunales y otros espacios de poder, estamos infestados de falsos líderes.

Además, otra parte del éxito de los corruptos es la división existente en la sociedad. Porque más de algún líder político y social positivo ha aparecido en los últimos años, pero por la fragmentación y polarización de la sociedad guatemalteca, ciertos grupos no reconocen un liderazgo fuera de sus grupos, por lo que se hace difícil encontrar a un líder nacional.

Los ciudadanos de a pie y de  camioneta, los que no tenemos el don ni el carisma de ser líderes populares, nos vamos sintiendo cada vez más frustrados por la corrupción rampante y por la violencia que no deja de sorprendernos en este país. Quizá nos satisfacemos nuestra indignación con escribir de vez en cuando en Facebook: “Basta ya, que alguien haga algo”, y tras ello continuamos nuestra vida normal, a sabiendas que ya cumplimos nuestra cuota de gritar “Basta”.

Pero los comunes y corrientes también podemos hacer un poco más. Tres ideas concretas son: a) buscar la organización comunitaria, primero desde los ambientes más cercanos (colonia, aldea, vecinos, colegio, padres de familia) y poco a poco extenderse hacia afuera, buscando otras organizaciones, hasta llegar a nivel municipal o departamental, para lograr nuestro bienestar, sin esperar a que un politiquero lo arregle; b) quejarse, es decir, hacer sentir su insatisfacción, no solo contra el Gobierno, sino contra empresas, haciendo uso de algunos medios, como redes sociales, o llamando por teléfono a los números que usualmente se informan para ello, pero que muy pocos hacen uso, y c) denunciar penalmente, cuando la queja ya merezca pasar a más.

Los Guaraguao cantaban hace años que no basta rezar, criticando la inacción que propiciaba la religión y que se contentaban con pedir a Dios que les ayude a resolver la mala situación. Ahora, en tiempos más agnósticos, en que las personas rezan menos, se han contentado con vociferar “BASTA YA”, pero no basta con eso; si de verdad queremos poner un “hasta aquí”.