La mediación del Procurador de los Derechos Humanos permitió abrir un espacio de diálogo entre las autoridades del Ministerio de Educación y los alumnos, padres de familia y maestros que se oponen a la implementación de un Bachillerato en Educación que sustituye la carrera del magisterio que tradicionalmente ha existido en el país a cargo de las escuelas normales. Sin embargo, por enésima vez la ministra de Educación demostró su prepotencia y arrogancia al no asistir al encuentro programado, lo que rompió el diálogo y plantea nuevamente la imposición de las autoridades como única propuesta.
Es sabido que el proceso está lleno de anomalías puesto que se trata de un capricho más que de una decisión técnica que tome en cuenta aspectos sociales de la tradición del magisterio en el país. Es la ignorancia de quienes insisten en borrar de un plumazo una etapa de formación que ha sido el sueño de miles de padres de familia cuando inscriben a sus hijos en la escuela y que ha permitido a otros tantos guatemaltecos terminar su segunda enseñanza con una herramienta de trabajo que les ha abierto la puerta a las universidades y a la formación superior.
Nadie puede oponerse racionalmente a la profesionalización y superación de los maestros, pero una cosa es facilitar a los que terminan el magisterio que puedan dar el siguiente paso en la universidad y otra muy distinta es eliminar la formación de maestros en segunda enseñanza. Sobra decir que no basta con enviar a los egresados de un bachillerato a la universidad si no existen ni los contenidos ni los programas definidos que deberán cursarse. Además, la Universidad en Guatemala no es panacea porque sufre los mismos descalabros y deficiencias de todo el sistema educativo nacional.
Pero lo más importante es que mientras el Presidente trata de alejarse de la imagen de autoritarismo que se le ha endilgado por su formación militar, hay funcionarios suyos que precisamente encuentran en el autoritarismo la única forma de gestionar la cosa pública, y ayer la Ministra de Educación nos ratificó que se inspira en los tiempos más nefastos del pasado, cuando los altos funcionarios despreciaban no sólo a los interesados en algún asunto sino a toda la opinión pública porque se sentían respaldados por la fuerza de la represión para imponer su criterio.
La única manera en que se puede imponer ese arbitrario criterio que elimina la formación de maestros en segunda enseñanza, por lo visto, es mediante el uso de la fuerza para reprimir a los inconformes porque no se recurre a la razón que es el instrumento necesario para dialogar efectivamente. Se reafirma, pues, el criterio despótico de quienes dirigen la enseñanza en Guatemala, elemento deleznable e inaceptable.
Minutero
Cuando alguien administra
como lo hace la Ministra
promueve el despotismo
con su autoritarismo