Niños luchan contra pobreza


Varios niños entran a los vestidores del proyecto financiado por el Real Madrid.

El Estadio Santiago Bernabéu, donde juega el Real Madrid, se encuentra a 8 mil Km. de la antigua base militar norteamericana de Clayton en Panamá, pero dos veces a la semana casi 400 niños y niñas se ponen su camiseta blanca para asistir a una escuela deportiva, donde tratan de superar el difí­cil ambiente que les rodea.


Menores de toda clase y condición social practican valores humanos jugando al fútbol y, para muchos de ellos, vestir la camiseta del club merengue ha significado salvar sus vidas o apartarse del entorno violento en que viven cuando van a esta escuela deportiva, abierta por la Fundación Amigos del Real Madrid y el despacho de la primera dama.

A esta escuela, cuyo presupuesto anual supera los 100 mil dólares entre aportes públicos y privados, acuden principalmente niños de sectores marginales, quienes reciben gratuitamente su vestuario, clases de informática, de inglés y una merienda después de hora y media de entrenamiento.

Para los que no pertenecen al 40% de panameños que viven en la pobreza, jugar con la camiseta blanca les cuesta una inscripción de 40 dólares y una mensualidad de 35 dólares.

«La energí­a del fútbol se combina con la enseñanza de los valores humanos en un ambiente inclusivo, donde juegan con la misma camiseta niños de humildes sectores, otros que disfrutan de una mayor afluencia económica y niños con alguna discapacidad», dijo la primera dama de Panamá, Vivian Fernández de Torrijos, reconocida hincha del Real Madrid y propulsora del proyecto.

«Lo que pretendemos es atraer a los niños de los barrios más humildes a través del fútbol e integrarlos a la sociedad a través de enseñarles valores», dijo el ex internacional panameño y coordinador de la Escuela, Ví­ctor René Mendieta.

Uno de esos casos es el de Josué Justiniani, de 13 años, acostumbrado a ver peleas conyugales en su hogar del barrio conflictivo de El Chorrillo y cuyo hermano mayor tiene una condena de 20 años por asesinato.

«La cosa en mi barrio está mal por las continuas balaceras. Tengo miedo que les hagan algo a mis hermanos. Mientras juego en el Real Madrid salgo de ese ambiente y me olvido un poco de la violencia», dijo Justiniani, delantero como su í­dolo Raúl González.

Jean Herrera también sabe lo que es tener un familiar en la cárcel. Con 11 años, este defensa admirador de Robinho ha visto a su padre entrar y salir varias veces de prisión por robo. También conoce la violencia doméstica sufrida por su madre.

«Me gusta la escuela. Sé que tengo que estudiar y prepararme porque cuando sea grande quiero ser futbolista. Pero lo más importante son los valores que nos enseñan para que nosotros no cometamos los mismos errores», dijo.

Seguir los consejos de sus entrenadores fue el acierto de Leonardo Harris, un muchacho de 16 años «recuperado», según sus profesores, y acostumbrado a ver a sus amigos morir ví­ctimas de la violencia entre pandillas.

«Antes no tení­a respeto por las personas mayores y no querí­a entender cuando me hablaban. El Real Madrid evitó que yo hubiera podido caer en la violencia», dijo Harris, a quien la Escuela le propuso un puesto de asistente de entrenador.

Todos ellos tienen ilusión algún dí­a de jugar en Europa, entre ellos Aldair González, de 11 años.

«Serí­a capaz de dejar mi paí­s e irme con él a cualquier lado del mundo con tal de que siga con su fútbol y algún buen equipo lo acoja», declaró su madre, Esther.

Kadeth Lara, conocido por sus compañeros como Eto»o, también sueña con irse a «cualquier equipo de Europa que me lleve, menos el Barcelona».

Todo lo contrario que para la niña Yasmarie Correa, la infiltrada culé, para quien su sueño es precisamente vestir de azulgrana.

«El fútbol debe ser mixto porque todos tenemos derecho a jugar a cualquier cosa», dijo esta delantera mientras se limpia el sudor, lamentándose por el lanzamiento que le acaba de atajar el arquero rival.