Los policías y los habitantes contemplan los daños provocados por el último disparo de cohete palestino, pero nadie presta atención al chico que colecciona los restos, una actividad que se ha convertido en el pasatiempo favorito de los niños de Sderot (sur de Israel).
Yinon Tubi, de 11 años, registra los arbustos en busca de fragmentos del cohete Qassam que acaba de caer en un jardín, disparado desde la franja de Gaza, sometida desde hace once días a una violenta ofensiva militar israelí cuyo objetivo declarado es hacer cesar esos ataques.
Pocos minutos le bastan para reunir una impresionante colección de restos de misil retorcidos.
«Desde que cae un Qassam, comenzamos a buscar esquirlas para guardarlas como recuerdos», explica el muchacho, mostrando orgullosamente una gastada caja de municiones del ejército en la cual guarda su colección de restos de más de 50 misiles.
«Es como una competencia, miramos quién tiene los restos y las esquirlas más bonitos», explica.
Para los niños de Sderot, una ciudad del sur de Israel que desde años es blanco de los tiros palestinos, la búsqueda de restos de misiles es un juego.
El cese de esos disparos es el objetivo declarado de la ofensiva israelí contra la franja de Gaza, controlada por el movimiento islamista Hamas. En los últimos 11 días, cuatro israelíes murieron a causa de esos cohetes tirados desde el norte del territorio palestino.
Al mismo tiempo, más de 560 palestinos murieron, entre los cuales había casi 100 niños, y 2.700 fueron heridos en las operaciones israelíes.
Cuando los radares israelíes detectan la llegada inminente de un cohete, las sirenas comienzan a aullar y los habitantes tienen menos de un minuto para esconderse en los refugios construidos en las calles.
Una vez pasado el peligro, Yinon se precipita afuera para ver lo que puede rescatar. «Sólo tengo que seguir el humo», señala.
Sobre una mesa esparce las piezas de su colección y destaca la más preciosa, la primera que encontró. Se trata de un trozo de metal triangular que descubrió hace 18 meses. También señala un llavero con llaves ennegrecidas. Tanto él como su padre piensan que el llavero estaba dentro del misil.
«Es un juego, pero también una manera sana de controlar el miedo», explica su padre, Shilav, de 35 años, maestro en la escuela religiosa del barrio.
«Nosotros no queremos impedírselo, pero tratamos de que no salga en busca de cohetes cuando todavía están en el aire», agrega. «Naturalmente, soñamos con el día en que pueda coleccionar algo mejor que los restos de cohetes Qassam», dice.
Entre los trozos de vidrio y las tejas rotas que cubren el suelo, Yinon y su amigo comparan sus hallazgos. Su compañero agita encantado lo que parece la cabeza de un misil.
«Todos lo han hecho, tanto los viejos como los jóvenes», dice Yitzak Ben Abu, un estudiante de 18 años.
«Es triste, pero al mismo tiempo excitante», agrega, aclarando que «en Ashdod, los habitantes han comenzado incluso a coleccionar los Grad».
Los misiles Grad son más precisos y tienen un radio de acción superior al de los Qassam, ya que pueden alcanzar blancos situados a 40 km.
Según él, el ejército israelí logrará su objetivo: poner fin a estos disparos. «Israel debe ganar. En caso contrario, pronto podrán comenzar a coleccionar las esquirlas en Tel Aviv», advierte.