En Guatemala Dios guarde si alguien opina que determinado funcionario no va a dar pie con bola en el cargo que le acaban de encomendar; luego saltan sus gratuitos defensores a decir que no hay que comer ansiedades, no hay por qué adelantarse o que hay que concederle al recién nombrado el «beneficio de la duda». Disculpen pero no comparto este criterio, por pobre y conformista. Al contrario, después de tanto fracaso, ya es hora de ser exigentes con quienes pidieron el voto del electorado a base de falsas promesas y esperanzas. Gorda obligación tienen para escoger a sus colaboradores atendiendo únicamente sus cualidades de honradez, experiencia, conocimientos y habilidades. Si uno de estos factores falta, es su culpa y a nadie más corresponde pagar las consecuencias. Lo mismo acontece con el funcionario designado cuando acepta el cargo, debe hacerlo con conocimiento de causa y no meterse a camisa de once varas.
Explico que todo lo anterior nació del cúmulo de pensamientos e ideas que se agolparon en mi mente cuando la semana pasada recibí un correo electrónico por el cual me enteraba de que una hermosa y brillante jovencita, quien por estar en el día y en el lugar equivocados, fue víctima de la violencia que azota Guatemala, cuando por el fuego cruzado entre policías y delincuentes resultaron muertos dos agentes y seis heridos más, entre ellos Nicolle, el nombre de la jovencita a que me he venido refiriendo. Un proyectil le impactó su párpado superior izquierdo, lo que le provocó lesiones cerebrales, hematomas, inflamaciones, daños severos, fracturas, esquirlas implantadas e infecciones consecuentes. Su familia se vio obligada a trasladarla a los Estados Unidos, pues aunque no cuentan con mayores recursos, ¿quién no hace hasta lo imposible por salvarle la vida a un hijo?
De ahí que pregunte: ¿no es hora también que en Guatemala alguien asuma el Ministerio de Gobernación o como quiera llamársele, con toda responsabilidad, honestidad y decencia para realizar la planeación, organización y dirección de las fuerzas de seguridad ciudadana y hacerlo, desde el primer día que asume el puesto, no meses y hasta un año después de que se haya familiarizado con el cargo, para que luego se percaten que no daba bola o que fue mucha la tentación para cometer actos reñidos con la ley. Otra cosa, todavía más importante, si le vamos a pedir cuentas, nadie debiera interferir en sus funciones, llámense comisiones, comisionados, oficinas, divisiones o departamentos que, en vez de facilitar el cumplimiento de sus obligaciones sólo se las complican. Digo lo anterior, en mi calidad de integrante de un pueblo harto y cansado de ver cómo miles de privilegiados disfrutan de blindados, guardias y demás servicios de seguridad, mientras los demás sólo tenemos el recurso de seguir elevando nuestras oraciones al Creador para que proteja a nuestros seres queridos y a nosotros mismos. ¡Ya basta!