La explicación inicial al hecho que a julio del presente año hayan ocurrido alrededor de mil 448 partos en niñas que van de los 10 a los 14 años, según el Sistema de Información Gerencial en Salud del Ministerio específico, orienta a relacionar ese hecho con sucesos terribles de violencia sexual entre las familias y los vecinos de esas niñas. Esas causas indicarían actos de violación, relaciones endogámicas e incestuosas y terribles abusos de padres, tíos, hermanos sobre esas menores.
Desde otra mirada, la de la pobreza extrema, la de la sobrevivencia histórica a costa de aquellos actos que nos parecen bajo nuestra moral, deleznables, esa realidad bien pueden ser formas extremas de enfrentar una realidad sin futuro, que termina con el día sin esperar el mañana. Ambas explicaciones son brutales y arrojan consecuencias igualmente atroces. El significado sanitario es un colapso en la política pública en salud, aunque eso ya lo sabíamos. Los nacimientos de esos niños tienen lugar especialmente en el departamento de Alta Verapaz, aunque con otro acento también ocurren alrededor del todo el país. Niñas dando a luz a niños es un hecho antinatural que confronta cualquier política de prevención de salud reproductiva y sexual; pone en tela de duda cualquier sistema de prevención de la violencia sexual, del programa de maternidad saludable, cualquier campaña de educación juvenil para la educación sexual y de iniciativas para la planificación familiar. La gran labor del Observatorio de la Salud Sexual y Reproductiva OSAR, apenas alcanza para atajar este iceberg cuya punta indica descomposición social. Obligaría de hecho a una revisión profunda y una investigación multidisciplinaria para identificar las claves y causas que propician este comportamiento. La explicación como arriesgaba al inicio, está relacionada con abuso y violencia, pero las secuelas serán casi generacionales. Otra explicación más pervertida indicaría que a más madres en la familia, más posibilidad de tener más bolsas solidarias. Esas niñas madres seguramente quedarán marcadas de por vida, la que será de un horizonte breve y su salud estará determinada por el impacto en su cuerpo, aún en desarrollo, de haber concebido a temprana edad y el riesgo de enfermedades de transmisión sexual. Los niños nacidos de esas niñas también estarán condenados a la desnutrición, como sus madres, y a condiciones de sobrevivencia que tendrán que sortear; también tendrán una vida breve. Finalmente médicos y comadronas deberán aprender y adaptar su labor a esta nueva realidad. El significado psicológico de embarazos en niñas, abarcaría a las mismas madres prematuras, a sus familias, a sus comunidades y a esta sociedad en su conjunto. Su consecuencia en la salud psíquica habrá sido ya la ruptura del tejido social, la confirmación de patrones de machismo y abuso de poder, la perpetuación de relaciones hegemónicas en las que priva la violencia, la intimidación y un silencio cómplice de todos los involucrados o conocedores. La reparación de estas consecuencias involucrará fuertes recursos que no se ven ni llegando en años y se acumularán como capas de costra podrida sobre un colectivo que se ha acuñado sobre la violencia. El significado político y judicial implica al menos una actitud deliberada de soslayo sobre estos hechos por las autoridades particulares. Se impone una revisión al sistema judicial que enfrenta un escenario de violaciones y abusos a niños, asesinatos y secuestros de los pequeños. Para la sociedad significa declive. En este lugar del planeta, los niños nacen desbordadamente, sus madres aparecen en partes y sus padres son abusadores, es una región en la que el perfil etario de su demografía es a la vez su mayor oportunidad y su mayor pérdida y condena.