“Si quieres saber cómo quiere ser un país, mira su TV, pero si quieres saber cómo es un país, mira sus paredesâ€. Bajo esta consigna, Xabier Garay y Dominique Sabine, en Ojo. Identidad visual nicaragí¼ense (2007, Managua, COSUDE), nos cuentan a través de sus fotografías a los muros de Nicaragua, el pasado y el presente, la identidad y el arte, los deseos y las frustraciones, de este país centroamericano.



Un poco como en todas partes allá por la década de 1980, los graffiti y las pinturas murales se convirtieron en un elemento habitual de los paisajes urbanos de Nicaragua. Eran tiempos de política bronca y cotidiana, y los muros actuaron como espejos de esta realidad. Se multiplicaron las pintadas y los dibujos que servían tanto para gritar lo que no se podía decir, como para mostrar lo que se obligaba a pensar. Llegada una relativa pacificación, el eslogan, la consigna y el desahogo cedieron de nuevo su espacio a los reclamos publicitarios y a las eternas declaraciones de amor. Pero por esas razones que a veces resultan difíciles de alcanzar, esta imaginería mural arraigó con fuerza en las ciudades nicaragí¼enses, tanto que ha pasado a convertirse en un elemento de la idiosincrasia de su urbanismo.
La suiza Dominique Sabine Hufschmid y el español Xabier Garay Barayazarra, fotógrafos residentes en Managua, desde su asombrada mirada forastera han reunido en Ojo. Identidad visual nicaragí¼ense una nutrida colección de instantáneas que registran esta explosión de arte anónimo, perecedero, en ocasiones genial, que caracteriza al inmenso lienzo que son las paredes de Nicaragua. Pertrechados con sus cámaras se han lanzado a los barrios, mercados, establecimientos y callejones de las ciudades y pueblos nicaragí¼enses para recrear – que no reproducir- un sinfín de imágenes coloristas e impactantes. En las páginas del libro desfilan graffiti que representan a mujeres hermosas, a objetos cotidianos como un reloj o una calculadora, a personajes como Jesucristo, Bruce Lee o el ubicuo retrato del Che Guevara.
¿Dale un pelotazo al careto del Che, que es gratis?, ¿Che: hasta la canasta siempre? ¿Qué significa este graffiti?, ¿qué han querido expresar los autores con esta fotografía? Las preguntas quedan sin contestar, deben quedar así. Mira tú, interpreta tú. El objetivo de la cámara de los fotógrafos, que selecciona retazos, ángulos o detalles concretos, en modo que podría pensarse arbitrario, nos inclina a adoptar una mirada ambigua, abierta, sin conclusiones. Alcanzan así ese difícil punto de equilibrio propio de los verdaderos artistas plásticos, aquellos que son capaces de conjugar en sus creaciones subjetividad, objetividad y libertad interpretativa.
La colección de imágenes que nos ofrece el trabajo de Sabine y Garay guarda poco en común con lo que se entiende en otras latitudes por mundo del grafiti; asociado a menudo con estéticas juveniles como el hip-hop. Tampoco puede encuadrarse en el proceso de museificación del que está siendo objeto el graffiti. Baste apuntar el caso más espectacular: una casa de subastas londinense extrajo un graffiti de Banksy de un muro, lo arrancó de raíz, para venderlo por 275 mil euros, unos 300 mil dolores. En Ojo. Identidad visual de Nicaragua, no se nos ofrece la identidad de los dibujantes, ni siquiera encontramos la ubicación de las ciudades o las calles donde se tomaron las fotografías. La intención de los autores ha sido ofrecer algo más que un pasajero testimonio de tendencias o modas fungibles; Sabine y Garay apuntan más alto, quieren trasladar – y lo consiguen- la pupila de todo un pueblo que se estampa en sus casas, sus comercios, sus vehículos; una pupila que, como la voz de la juglares del medioevo, representa a la legión.
La orgía de talento anónimo que aparece en las paredes de Nicaragua expresa un totum revolutum de escuelas convencionales. Si quisiésemos podríamos identificar tendencias kitsch, pop, naí¯f, incluso dibujos de artistas que parecen ponerse como modelos a los maestros de la pintura renacentista y barroca. Pero precisamente en la no clasificación, en la renuncia a la taxonomización académica radica la mirada de estos dos fotógrafos. Es la historia de un pueblo, su imaginario, su forma de enfrentar y resolver la realidad lo que hay detrás de estos graffiti.
ASí EMPEZí“ LA PUBLICIDAD
El libro nos revela que Sabine y Garay han quedado fascinados con el universo publicitario de Nicaragua. Como en el resto del planeta, los rótulos de neón y los letreros de encargo fabricados con plástico y luz, o las vallas con anuncios de marcas multinacionales invaden el panorama urbano del país. Sin embargo, aquí deben convivir con una publicidad compuesta por graffiti y dibujos artesanales. Contemplar estas obras es volver a la arqueología de la publicidad, constituye un viaje hacia un pasado donde no existía aún la artificiosidad y sofisticación que caracteriza al marketing moderno. En numerosas poblaciones nicaragí¼enses la imagen que debe incitar a comprar un producto o contratar un servicio nace por entero de la mente de un dibujante callejero. í‰l diseña y ejecuta, él interpreta los deseos y la mirada de sus conciudadanos, y luego plasma todo eso en una pared y en un dibujo original, irrepetible e intransferible, pues se ha creado para ese espacio o calle concretos. Las licencias “poéticasâ€, las muestras de humor e incluso las audaces composiciones que se permiten los artistas denotan que detrás de los trazos se esconde una aguda reflexión sobre la psicología del pueblo nicaragí¼ense.
Dentro del campo de la pintura publicitaria, Sabine reúne en un capítulo autónomo las fuentes tipográficas usadas en las fachadas de los negocios. Y lo hace desde la conciencia de que “se hallan en peligro de extinciónâ€. Dice la fotógrafa que estas “fuentes salvajes†que viven en las paredes de Managua, realizadas mediante diferentes técnicas de reproducción, con pinceles, caladas, esprayadas o rayadas, tienen un “parque nacional†en la periferia de la ciudad. Su recopilación, como señala ella misma, constituye un desafío “a la divulgación masiva de imágenes corporativas, consecuencia del proceso globalizador, que provoca una reducción drástica de estrategias de comunicación audiovisuales propias, nacidas de las raíces de la cultural localâ€.
NICARAGUA ES COLOR
En Ojo. Identidad visual nicaragí¼ense, como complemento al catálogo de pintadas, graffiti y dibujos, se nos ofrece una recolección de instantáneas de rincones, callejones, ventanas y puertas que los dos artistas han topado en las más diversas localizaciones de Nicaragua. Estas fotografías actúan como elocuentes mensajeras del discurso visual que han captado Sabine y Garay, y que nos hablan de la impregnación del color en cada uno de los paisajes urbanos del país. La mirada de estos fotógrafos atrapa la vena artística espontánea del pueblo nicaragí¼ense, que incluso en los espacios depauperados y envejecidos, donde la utilidad manda, donde no existe intención artística alguna, deja la impronta de una peculiar manera de mirar el mundo.
¿Es el paisaje, son los tonos del cielo, es una óptica iridiscente provocada por la insistente lluvia? Estas preguntas quedan en el aire. Sabine y Garay solo quieren invitarnos a mirar desprendiéndonos de clasificaciones. Pero este es un silencio que otorga un discurso: no solo debemos combatir el pensamiento único al que nos empujan las corrientes globalizadoras, sino también a la “mirada única†que estas fomentan e imponen. El ojo es parte fundamental de la variedad de las identidades.