Ni la Biblia ni la Constitución


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En forma lacónica, porque no hacen falta más palabras, al celebrarse ayer el aniversario de la Constitución Polí­tica de la República de Guatemala, el presidente de la Corte de Constitucionalidad, licenciado Alejandro Maldonado Aguirre, dijo que no es de extrañar el irrespeto a nuestra Carta Magna porque en el paí­s no se respeta ni la Biblia. Dura expresión la del actual Presidente del Tribunal encargado de la defensa del orden constitucional, que nos debe abrir los ojos para entender el equivocado rumbo que como sociedad llevamos.

 


Un pueblo que no se sujeta a leyes y a las normas esenciales de la convivencia humana está condenado a padecer violencia porque esa es la consecuencia directa de la anarquí­a. Cuando Maldonado Aguirre habla de la Biblia, en su calidad de magistrado de un Estado laico, tenemos que entender que se está refiriendo al compendio de valores éticos y morales que caracterizan a la civilización cristiana occidental y en ese sentido tiene toda la razón porque estamos sometidos a un constante bombardeo de perversos ejemplos que demuestran la clara tendencia a pisotear esos valores. Hasta la misma unidad de la familia queda en el aire cuando, en una muestra de cuánto se promueve la máxima de que el fin justifica los medios, se produce un divorcio cí­nicamente explicado como un paso necesario para evadir la norma constitucional.
 
 La defensa del orden constitucional es una obligación de todos los ciudadanos, pero está encomendada de manera expresa por la misma Constitución a la Corte de Constitucionalidad y, por lo tanto, la responsabilidad de sus integrantes es tremenda en un paí­s que, como dice Maldonado Aguirre, no respeta ninguna clase de norma.
 
 Somos seguramente el único paí­s del mundo en el que su gobernante aparece públicamente dando declaraciones sobre una acción que realizó especí­ficamente para evadir las normas de la Constitución que en su dí­a juró defender. No conocemos otro caso en la historia en el que una autoridad nacional se presente ante la opinión pública para explicar con detalle que realiza un negocio jurí­dico, en este caso un divorcio, con el exclusivo fin de evitar que le apliquen la prohibición que la Constitución consigna para que su esposa opte a la Presidencia de la República. Es más, hasta nos dijeron cuánto se aman como pareja y cuán felices viven, pero que adoptan el camino del divorcio como muestra de un sacrificio para que no les afecte la Constitución.
 
 Ojalá las palabras de Maldonado Aguirre no sean para que nos resignemos a ver cómo se viola la Constitución impunemente, sino que sean una reflexión profunda sobre la necesidad de terminar con esa aberración legal y ética que presenta como caracterí­stica de nuestra sociedad.