No pasa un solo día sin que los medios de comunicación dejen de publicar noticias relacionadas con el robo de teléfonos celulares, de extorsiones sufridas por guatemaltecos y extranjeros de todo tipo y condición. El número de vidas humanas perdidas y el monto de daños y perjuicios ocasionados son inconmensurables y a pesar de ello, el presidente Colom no ha hecho nada por contrarrestarlos en tres años ocho meses de estar en el poder. ¿Qué le costaba dar precisas instrucciones a sus ministros de Gobernación y demás autoridades encargadas de velar por la seguridad? Y ¿por qué los diputados no pudieron (o ¿hubo algo que se los impidiera?) legislar adecuadamente para contrarrestar tantas malas consecuencias?
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Estas son cosas que a uno no le entran en la cabeza. Está bien, entendemos y comprendemos que haya sido tanta la presión de su esposa, que le permitió manejar los fondos públicos a su sabor y antojo pero, ¿por qué llegar al colmo de la irresponsabilidad para no haber movido ni un dedo para evitar los robos de los teléfonos móviles? De aquí parten los murmullos que llegan hasta asegurar que no se hizo nada porque existen inmensos intereses creados y encontrados en el asunto, al punto, que todavía sigue privando el anonimato que tanto favorece a la delincuencia.
Mucho se habló de que el gobierno de Colom ha mantenido una cercana asesoría, con amplia experiencia en materia de imagen, relaciones públicas y comunicación, cosa que yo siempre he puesto en duda, porque me ha parecido increíble que no se hayan podido dar cuenta de cosas tan simples y tan fáciles de resolver, si es que hubiera habido la suficiente voluntad política para atender el clamor popular de ponerle coto al robo de celulares, como la extorsión y la cauda de dolor humano que ello ha implicado.
Si al menos nuestro país hubiera contado con una legislación adecuada a las circunstancias otro fuera el cantar, porque entonces las fuerzas de seguridad, los fiscales, jueces y magistrados hubieran tenido el suficiente respaldo para trabajar eficientemente para impedir tales delitos. Pero nada de eso se ha podido lograr a la fecha, ya fuera por la negativa o indolencia de nuestro primer mandatario o por los mentados intereses creados. Yo creo que nunca es demasiado tarde, si de salvar vidas se trata, por lo que estoy seguro que el Señor Presidente Colom todavía está a tiempo de enmendar tantos procedimientos inadecuados como el error de haber dejado pasar por alto un asunto de tanta importancia para sus congéneres.
Efectivamente, todavía está a tiempo, presidente Colom, para llamar a los diputados a quienes tanta beligerancia y poder les ha venido dando durante su mandato para pedirles, suplicarles si fuera necesario, para que aprueben un proyecto de ley que tienen engavetado desde hace rato, seguramente, mucha gente inocente se lo va a agradecer toda la vida.