La entrega juvenil del combate entre los cadetes y la «Liberación», a pesar de la cortina de olvido y desconocimiento, se ha ido abriendo espacios en los que se reconoce esa acción como una verdadera gesta reinvindicadora de la dignidad nacional. La participación de la CIA, de los Estados Unidos, la traición de Castillo Armas y su dependencia de esa entidad de inteligencia, la falsedad de la cúpula militar y su claudicación sin haber presentado oposición a la invasión, eso es comúnmente conocido y ratificado por los documentos desclasificados.
Sin embargo, en el entramado del juego geopolítico en el que se diseñan las políticas mundiales de largo alcance, esa acción de un grupo de adolescentes de un pequeño país centroamericano tuvo una repercusión nunca jamás entendida ni soñada por los protagonistas de ella. La investigación acerca de lo que realmente había detrás de ese contingente que invadiera Guatemala, nos ha llevado a comprender una dimensión desconocida, en el que la batalla del 2 de agosto juega un importante papel.
La influencia del pensamiento rooseveliano que había hecho posible que en la Carta del Atlántico quedase escrito el que cada país tiene el derecho a darse el sistema de gobierno que su pueblo escoja, representaba un peligro para Inglaterra y su permanente sueño de retornar al esplendor de su imperio. La declaración, era una invitación a la lucha contra toda clase de colonialismo. Al igual que hoy en la campaña electoral de los Estados Unidos, los intereses de la Gran Bretaña apuestan al candidato que ofrezca mayor seguridad a sus intereses, dotándolo de la suficiente cobertura económica, para eliminar a un contendiente incómodo que pudiera afectarles.
Ayer el resultado de su experiencia política, logró acomodar como acompañante de Roosevelt al probritánico Harry S. Truman, quien ni lerdo ni perezoso, rompió con cualquier posibilidad de convivencia pacífica con la URSS. El lanzamiento de las bombas atómicas sobre las islas japonesas, aceleraría el enfrentamiento conocido como «la guerra fría». Acostumbrados al diseño de políticas de largo alcance, los británicos iniciaron el proceso de implementación de su sistema económico de Libre Comercio. Era preciso un recuento de recursos naturales necesarios para asegurarlos en su beneficio. En el Medio Oriente, la revolución iraní y la nacionalización de sus recursos petroleros representaban un obstáculo. La primera operación encubierta de la CIA (en la que sus principales dirigentes pertenecía a la línea probritánica), la «operación Ajax» derrocó al presidente Mossadegh.
Las «siete hermanas» encomendaron la elaboración en un mapa de América, la localización de ellos y la forma más práctica de asegurarlos. Resultado: el rediseño de la geografía política del continente, a estilo del que han utilizado en Europa que la ha visto cambiada en varias oportunidades. Treinta y un países era lo ideal. En Bolivia, hoy es evidente.
En América, un pequeño país centroamericano ensayaba exitosamente una revolución nacionalista, que inspirada en los principios nacidos de la lucha contra el fascismo nazi, reclamaba para sí los beneficios de sus recursos naturales. El mal ejemplo que ello representaba los llevó a elaborar la segunda operación encubierta: «Operación í‰xito». Esta finiquitaba el problema Guatemala. La «Gloriosa Victoria» fue anunciada con bombos y platillos. En sus planes no contaban con que un centenar y medio de jóvenes, demostraran que si era posible oponerse a los planes del imperio.
La Doctrina de Seguridad Nacional se endureció y la represión se profundizó. No se puede permitir a los pueblos que pretendan utilizar los recursos naturales para su propio beneficio. Los ejércitos latinoamericanos fueron entrenados en la doctrina que les «garantizara su soberanía». En los propios EE.UU. los éxitos logrados mediante la aplicación del sistema económico que crearan Hamilton y los Carey, era destruida. Los mecanismos que se habían creado para protegerlos, fueron eliminados. La maquinaria militar industrial se encargaba, no solamente de producir armamento capaz de borrar del mapa a cualquier opositor, sino de «cubrir» con un cinturón de bases militares, que garantizaran al «Nuevo Imperio» los recursos naturales necesarios para su desarrollo.