Ni con el aumento al salario mí­nimo es suficiente


Nos representa una exageración, calificativo usual del presidente de la Corte Suprema de Justicia, í‰rick ílvarez, decir que pese al aumento al salario mí­nimo ello es suficiente para los asalariados. En modo alguno, por cuanto los precios de la canasta básica se dispararon en demasí­a. Ningún dinero alcanza hoy para acceder a lo indispensable.

Juan de Dios Rojas

Los pasos legales previos al asunto en mención, dignos de Ripley, entre pujas, excepto pulsos debidos a la naturaleza del mismo, a nada conducen. Las comisiones de rigor poseen cierto estigma de nunca llegar a un entendido aunque pasen y pasen los dí­as. En consecuencia, una vez más la última palabra la tiene el Presidente de la República.

Para que eso llegue a ser realidad quedan espacios inscritos siempre en tensión manifiesta, expectativas a granel y el clima de incertidumbre. El salario mí­nimo para unos y otros con el ligero aumento, la mayorí­a queda con la vista dirigida hacia el cielo estrellado. En concreto adolece de suficiencia, como la realidad exhibe de cuerpo entero.

Habrí­a acaso necesidad de recurrir a dinámica de grupos, convivencias rápidas. Amén de intercambios entre gente de la ciudad y del campo. Ambos universos son muy distintos en todo sentido y potencia. Equipararlos vine a ser un enredijo de padre y señor nuestro, son casi como el agua y el aceite. Entonces no se peca de discriminación en absoluto.

La equidad tampoco cabe aludirla, ni siquiera en cápsulas que nadie se las traga de su bella gracia. Si bien es cierto el paí­s es uno solo, lo integran dos áreas fundamentales, a saber: el área urbana y el área rural. Sus caracterí­sticas de suyo mercan intereses y necesidades opuestas. Ajenos a sembrar distanciamientos, eso sí­ causales de inconvenientes.

Empero, ni en una ni en la otra cabe acotar que lo obtenido no satisface prioridades presupuestales, sean manejados con empirismo o profesionalidad. La necesidad, aparte de unir en cierto modo, constituye alianza concreta. Enfatizar de nuevo que no tuvieron beneficio como esperaban, bajo criterios enmarcados en la esperanza, cuyo aliento no se pierde.

Referente al caso de funcionarios que reciben sueldos fabulosos, según noticias recientes en torno al gobierno central, Presidente y Vicepresidente de la República, constituye diferencia abismal. Para unos cantidades satisfactorias de apologí­a, sin embargo, para quienes reciben el salario mí­nimo, constituye algo jamás del ámbito social en menoscabo.

Y conste, dicho con experiencias obtenidas en el campo de los hechos, para la ciudad, mejor dicho, área urbana, más o menos viene a ser una aproximación a la meta final. Un no rotundo concerniente al área rural, vale decir aldeas alejadas del «mundanal ruido» y fincas establecidas en plena producción, imposible sea la solución a la pobreza.

Tanto en el área rural como en las áreas marginadas se siente de manera patética e increí­ble el terrible impacto de la pobreza y pobreza extrema. El campesinado per sécula seculorum, permanece en situaciones de vulnerabilidad. Parecerá demasiado pesimismo sobreviven totalmente; sin acceso a los servicios básicos que les permitan vida digna.

De esa cuenta, el aumento al salario mí­nimo lo oyen, que no lo ven, semejante a un sueño de fantasí­a, jamás llegará a sus manos. Si acaso durará instantes porque rápido cubren compromisos adquiridos relativos a deudas de consideración, además están sufriendo la inseguridad alimentaria desde tiempo atrás, ajenos a siquiera paliativos.

Por consiguiente, claman por una pronta aprobación de una Ley de Desarrollo Rural, que podrá ser el punto de partida de su mejorí­a. Significará a no dudar el despegue de una mejor calidad de vida en aquellas latitudes remotas. Cansados están de ofrecimientos que datan de años atrás, razón poderosa por la cual, se muestran siempre desconfiados.