Este principio de año, cuando vemos el impacto que la desregulación de la economía tuvo en el plano mundial porque dio paso a la voracidad excesiva que generó corrupción en las empresas privadas, tenemos que señalar que Guatemala está urgida de medidas para regular aquellos aspectos de nuestra economía en los que se ha demostrado que dejarlo todo a la mano invisible del mercado es, literalmente, conformarnos con que nos hagan mano de mono.
Empezando por el mercado de los combustibles, que es posiblemente uno de los menos regulados en el país, baste señalar que en Estados Unidos actualmente el consumidor está pagando alrededor de un dólar con sesenta centavos por galón de combustible, lo que equivale en quetzales a unos catorce quetzales, cifra muy lejana de la que tienen los combustibles con todo y las rebajas que a cuentagotas nos vienen aplicando los distribuidores de los derivados del petróleo. La caída del valor del crudo ha sido acelerada y no tiene relación en absoluto con la forma en que se han depreciado las gasolinas en nuestro país, lo que basta y sobra para entender que fue un craso error, realmente error de lesa patria, lo que hicieron en tiempo de Ramiro de León Carpio cuando dejaron libre el mercado de los combustibles, decisión que se tomó porque los importadores supieron aceitar unas cuantas manos.
Otros mercados que tienen que ser regulados son los de electricidad y de telefonía, puesto que en esos casos también el consumidor se encuentra en absoluto estado de indefensión porque no puede oponerse de ninguna manera a que le apliquen tarifas que son excesivas y en muchos casos abusivas, además de que disfrazan los costos reales del servicio en medio de una madeja de rubros que hacen difícil establecer realmente qué están cobrando al consumidor.
En los países donde se dieron cuenta que la desregulación hizo daño, de inmediato se procedió a impulsar los ajustes necesarios, reforzando el poder de los entes fiscalizadores para hacer que efectivamente tuvieran poder de control para evitar los abusos en perjuicio de los inversionistas y del público en general. Pero en Guatemala el poder de ciertos sectores es demasiado fuerte y nuestras autoridades, de por sí influenciadas por el tráfico de influencias, no dan muestras de tener la menor intención de corregir los problemas.
Pero es importante que los consumidores sepamos hacer la presión correcta porque, por ejemplo, el caso de las gasolinas es patético porque nos tienen tomada la medida. Suben los precios automáticamente incrementando así en millones sus ganancias, y luego los rebajan a paso de tortuga, lo que también se traduce en mayor utilidad, a costillas de un pueblo que ya no aguanta.