DEBEMOS ACEPTAR LOS IMPUESTOS
El Imperio Romano para su subsistencia exigía a sus vasallos, además de la presentación de servicio obligatorio, una contribución monetaria o en especie, que recaía sobre fincas, bienes o propiedades, y sobre árboles frutales, huertos viñedos, cereales, rebaños, ganado, y la pesca. Había también una tributación por habitante. Estas aportaciones obligatorias, ayer como hoy, sirven para que el poder público pueda sostenerse, y pueda cubrir los gastos de seguridad y servicios, que la constitución política le obliga, en beneficio general. Debiéramos exigir, eso sí, que el impuesto debe ser universal y en armonía con las condiciones y poder adquisitivo de los contribuyentes, Que ninguno obligado se escape, y que exista claridad para disminuir la corrupción de ambos bandos: evitando en lo posible no castigar en demasía a la empresa, creadora de empleos dignos y mejor renumerados.