Navidad: Un cristianismo light


He celebrado la Navidad durante muchos años. De niño la miraba de una forma, de joven de otra, y de adulto creyente de una muy, pero muy diferente. De alguna manera Yahvé me ha ayudado a reflexionar más reposadamente sobre cada hecho y ello me permite ahora, comprender lo que muchos nunca comprendieron y quizás no comprenderán jamás, lo que otros supieron siempre y lo que unos cuantos ?como yo? descubrimos en edad avanzada pero finalmente lo hicimos: Que Dios es amor manifestado en la persona de Jesús, quien es la Verdad y la Vida, según sus propias palabras escritas en los Evangelios.

Roberto Arias

He caminado por valles de sombra y de muerte, y í‰l, Jehová mi Dios, ha sido siempre mi Pastor y me ha guiado firmemente a través de mi vida aun por los senderos de peligro que yo mismo escogí­, ignorando Su voluntad, y de los que por Su misericordia he podido salir salvo, a pesar de los graves peligros a los que me expuse en mi juventud y en mi vida adulta.

La fecha en que vino al mundo el Salvador de la humanidad es aún desconocida y las celebraciones de Navidad sólo son conmemorativas; sin embargo, creo que en alguna fecha debe celebrarse el nacimiento de Jesús, el Verbo hecho carne quien vino a entregar su vida bajo los más severos abusos y humillaciones con la finalidad de pagar por el pecado transmitido por Eva y Adán a nosotros: Toda la humanidad.

Sobre el árbol de Navidad nos dice Luz Marina Canelas que: «Muchos pueblos antiguos rendí­an culto a un puñado de árboles considerados sagrados por distintos motivos. El más común, desde Grecia hasta Noruega, fue el roble, pero con el devenir del cristianismo se lo cambió por el abeto, pues, según los misioneros, la forma triangular de su enramada correspondí­a al Padre, el Hijo y el Espí­ritu Santo. Este tres mágico caló muy bien en todas partes al ser un número venerado por muchos pueblos miles de años antes de la venida de Jesús. De esta manera se impuso el abeto que con el correr de los siglos fue reemplazado por el pino.

Durante estas fechas festivas se los adornaba con piedras pintadas y telas de colores, con el propósito de «vestir» a los árboles que se habí­an quedado «desnudos» tras el otoño, y lograr que el «espí­ritu» que se les habí­a escapado con el frí­o regresara a dar sus frutos en primavera.»

Los misioneros referidos obviamente estuvieron equivocados, pero de esta manera se tejen las leyendas y en lugar de adorar a Jesucristo y a Yahvé, que es uno de los nombres de nuestro Dios ?a quien según nos dice Su Palabra le agrada que le llamen por su nombre porque hay otros dioses?, se finaliza adorando un árbol emanado de las fiestas paganas de lujuria y bacanales.

Creo personalmente que todos los dí­as deben ser fecha de meditación sobre la venida de Jesús al mundo y la razón de su venida, así­ como todos los dí­as debemos acercarnos a Elohí­m ?otro nombre de Dios?, en la forma en la que nos dejó dicho Su Hijo Jesucristo: «Padre nuestro que estás en los cielos?»

Cada quien debe hacer conciencia de lo que verdaderamente cree y celebra. Obviamente las libaciones a Baco ?el dios tracio del vino? y la muerte por accidentes y homicidios que ocurren globalmente durante las fechas navideñas no pueden venir de nuestro Yahvé, Jehová o Elohí­m Dios. Seguramente vienen de los otros dioses que se adoran y se veneran durante estas fiestas eminentemente comerciales.

No debe conmemorarse el nacimiento de Cristo con actos de gula, vicio, lascivia y despilfarro.