Navidad No. 75


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Conforme a la tradición cristiana católica, apostólica y romana en la que mis padres e institutos educativos me formaron, hoy -acompañado de mis hijos, nietos y parte de mis amigos- celebro por 75ava vez el nacimiento del Niño Jesús y la alegría de encontrarme tranquilo y casi en paz. Como miembro de la tercera edad, estoy seguro que al igual que muchos, la Nochebuena y la Navidad es una mezcla de recuerdos, vivencias, esperanzas o deseos y tristezas.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com


Recientemente he retornado del segundo país que más quiero, donde de forma anticipada compartí una cena con el batallón de cadetes del que generacionalmente soy parte como miembro de la Escuela Militar y de la generación que fue la primera en ocupar los edificios e instalaciones de la Escuela Militar del General Bernardo O’Higgins, en el barrio Las Condes y la avenida Américo Vespucio. También tuve la posibilidad de compartir un almuerzo de camaradería con un buen número de quienes egresamos en 1959 como oficiales de Ejército. Todas esas alegrías se vieron incrementadas al participar en la Escuela Militar en el acto de premiación y en la ceremonia de graduación de los nuevos alférez que en un elevado número de 120 se graduaron, el 17 de diciembre, en esa ya casi bicentenaria entidad educativa que tan histórica y gloriosa presencia ha tenido en la vida de Chile. Me hubiera encantado compartir con ellos la Navidad, sin embargo, me era imposible sacrificar el volver a mi patria y estar con los seres queridos que Dios y la vida me han otorgado. Antes de partir tuve la oportunidad de almorzar en el Club Militar con 20 compañeros de curso militar, dos de nuestros instructores que hoy son generales en retiro y sus distinguidas esposas.

La alegría de estar en Chile, en parte, se vio empañada por la muerte, durante el año 2013, de tres queridos compañeros de promoción, quienes pasaron a formar en los batallones del más allá.

Me gustaría que en Guatemala el Niño Jesús nos trajese una sociedad como la chilena, donde no solo se respira respeto y amistad sino además, su gran clase media vive en muy buenas condiciones, abarcando más del 75% de su población. En ese país la pobreza se ha reducido a tan solo un 11%, razón por la cual Chile, en América Latina, es de las naciones más desarrolladas, culta, más ecuánime, regalos que la sociedad en general aprecia y como consecuencia de ello día a día el progreso se refleja en todo sentido, al punto que el presidente del sector empresarial públicamente ha manifestado en la televisión abierta que los impuestos en ese país deben de incrementarse a quienes más recursos tienen para así seguir desarrollando la educación, al punto que la misma sea gratuita en todos los niveles, que la salud siga expandiéndose y que se construyan, como recientemente inauguró el presidente Piñera en la ciudad de Santiago, por lo menos otros dos nuevos hospitales equipados al máximo de la tecnología de salud, también para que los servicios públicos de transporte continúen siendo los más eficientes que se puedan encontrar en cualquier país de nuestro continente.

Eso es progreso, ese es el mejor regalo que se le puede dar a todo un pueblo, tanto por el sector productivo como por el sector político. Admirable es escuchar al presidente del sector empresarial también decir que los salarios mínimos deben de proyectarse a diez años hacia el futuro y así desarrollar el recurso humano que es el factor más importante del progreso y del liderazgo de Chile. Por ello, es que es fácil comprender por qué Chile sigue siendo, igual que la estrella de Belén, la luz que más brilla en América Latina.
¡Feliz Navidad!
Guatemala es primero.