Nativos, mayas, indígenas e indios


Luis-Fernandez-Molina_

Un poco desorientado, Cristóbal Colón supuso que había llegado a tierra firme o acaso a una ínsula. Para no quedar en ridículo se pasó la noche entera en su camarote, a la luz de las velas se sumergió entre mapas cartográficos y apuntes de viaje y llegó a la feliz conclusión de que había desembarcado en Cipango (Japón), o tal vez era la India, o la mítica Atlántida o a saber qué lugar.

Luis Fernández Molina


Sin embargo tras nuevos análisis rectificó, asegurando que esa tierra incógnita que divisó Rodrigo de Triana correspondía nada más y nada menos que a la India y así lo hizo saber al mundo. Por ello los habitantes que empezaban a divisar, de piel cobriza, semidesnudos y pintados, habrían de ser, lógicamente, “los indios” y la región se denominó las Indias (que en supuesta corrección posterior se amplió a las Indias Occidentales). Desde entonces se ha venido empleando ese término para identificar a los nuevos súbditos, más bien, a los nuevos esclavos como realmente trataron a los habitantes de las tierras recién descubiertas.  En un principio el término ‘indio’ tenía pues un aspecto de patronímico, de localidad.  Aunque las primeras crónicas, cuando amables, se referían a los naturales, a los aborígenes, otros, más acorde con la visión europea, hablaban de salvajes, incultos, idólatras, herejes, etc. En todo caso era común referirse a ellos como ‘los indios’ (curiosamente son los auténticos “americanos”). Con el paso de los años el término ‘indio’ vino a ser una amalgama que combinaba los conceptos de: nativos del lugar y pueblo dominado; pero también se le adicionaba una referencia a una clase baja, inferior. Se llegó a necesitar de una bula papal, de Paulo III, para reconocer que esos indios eran seres humanos y tenían alma. Durante la Colonia, quien no era español peninsular o americanizado –que se llamaba “criollo”–, era un mestizo o un indio, dejando de lado a mulatos y zambos. Eran designaciones objetivas pero que llevaban un dejo subjetivo. En los siglos XIX y XX, ya en plena independencia el término indio era claramente subjetivado y racista. Era casi equivalente de un insulto.  En todo caso el apelativo se extendió desde los indios de Quebec pasando por todos los pieles rojas hasta los indios de la Patagonia. Ahora, en pleno siglo XXI, con las nuevas tendencias y prominencia de los derechos humanos y de las comunidades, como debe ser, hay que preguntar ¿cómo se reacomodan los nombres? O preguntado con la nomenclatura actualizada ¿Qué forma es la políticamente correcta? Los de Europa son europeos y los de España españoles; los estadounidenses son estadounidenses o gringos; pero los nativos de América o los provenientes de África ¿Cómo denominarlos? Objetivamente serían indios y negros. Pero de tal manera podrían sentirse afectados los sentimientos. No estoy de acuerdo con llamarlos mayas porque esta descripción tiene más bien connotaciones históricas y referenciales; los mayas fueron una gran civilización que dominó Mesoamérica por muchos siglos. Pero se desvaneció, de hecho se habla que, por ejemplo, los antiguos mayas elaboraron un calendario casi perfecto; los antiguos mayas jugaban a la pelota, etc.  Los actuales pobladores no son mayas estrictamente hablando, son quichés, kanjobales, kekchís, mames, etc. pero no son mayas. Hablan sus respectivos idiomas que no es el maya; practican la religión católica o evangélica pero no adoran al dios de la lluvia ni del maíz. Nuestro premio Nobel escribió acerca del “Problema del Indio” y el brillante antropólogo Severo Martínez emplea ese mismo término en La patria del criollo al igual que muchos otros tratadistas. Existe una marimba, La India Maya, un actor mexicano se apodaba el Indio Fernández y una bebida popular en el altiplano se llama India Quiché.    Para suavizar la aspereza de esa palabra se ha estilado usar “indígena” o “autóctono”. Pero según la Real Academia de la Lengua ese término significa “Originario del país de que se trata”. O sea que no es exclusivo de cierta población o lugar geográfico; es algo relativo. A un ciudadano de India no le molestaría que le llamaran indio aunque no sé por qué se le llama hindú (¿de dónde sacaron la letra h?). En pocas palabras hay varios aspectos que lamentar: la confusión de Colón, el desprecio que desplegaron los conquistadores y criollos, el empleo subjetivado del término indio. En pocas palabras no existe razón para no sentir orgullo de ser indígena, autóctono, oriundo o bien indio. Nadie te puede despreciar si tu no lo conscientes.