Nadal se libera de su lesión crónica


Rafa Nadal recuperó el número uno del mundo, luego de que cayera en la clasificación por una lesión. FOTO LA HORA: ARCHIVO

Fueron dos viajes relámpago que pueden cambiar una carrera. «Somos optimistas», explican fuentes médicas conocedoras de las dos visitas que realizó este verano Rafael Nadal a la clí­nica La Esperanza, en Vitoria, donde el tenista se trató sus maltrechas rodillas aprovechando el mes de descanso programado entre su victoria en Wimbledon y el torneo de Toronto, que arranca hoy. «La evolución ha sido buena: del diagnóstico de tendinopatí­a crónica con el que llegó se ha pasado a que las tendinitis que tení­a no sean crónicas. En medicina es imposible asegurar que algo esté curado para siempre, pero la previsión, sin embargo, es que con esto ya esté bien y no haya que volver a tratarle».


Esto son inyecciones de plasma autólogo rico en factores de crecimiento que se introducen directamente en los tendones dañados. Esto es lo que ha sufrido Nadal -«un valiente», describen fuentes médicas, así­ de doloroso es el tratamiento- para superar los pinchazos que sentí­a en el tendón cuadricipital de la rodilla izquierda y en el tendón rotuliano de la rodilla derecha. Y esto, dos viajes exprés a Vitoria, ida y vuelta en el mismo dí­a para ver al doctor Mikel Sánchez, con el que solo tuvo tiempo de comer en una ocasión -tan apretada estaba la agenda del médico, tan veloces fueron los viajes del paciente-, es lo que está en la mente del campeón cuando llega a Toronto, empieza a preparar su primer torneo tras el mágico doblete Roland Garros-Wimbledon y habla.

«Me siento bien», dijo el número uno, que jugará el dobles con el serbio Novak Djokovic, el segundo mejor jugador del planeta, y que buscará en el Abierto de Estados Unidos, a partir del 30 de agosto, el único tí­tulo grande que le falta. «Tengo confianza en mi tenis», siguió Nadal antes de su debut individual en Canadá, probablemente el miércoles, al que llega «justito» porque solo se ha entrenado tres semanas: «Ahora pienso en mi tenis, no en mi cuerpo. Estoy en perfectas condiciones».

«La rodilla izquierda ha evolucionado muy bien», confirman fuentes médicas que conocen de primera mano las articulaciones del tenista, aun así­ temerosas, como todas, de un resbalón traicionero. «Habí­a bajado muchí­simo el dolor. Ya se ha terminado el tratamiento por la evolución positiva que ha tenido», continúan; «la prueba de fuego es la gira americana porque es sobre cemento, la superficie más agresiva. Sobre hierba y arcilla, las rodillas han respondido bien. Ahora vendrá a revisión, que consiste en hacerse resonancias y ecografí­as, pero la previsión es que con esto esté bien».

La prueba de fuego es el cemento, agresiva lima que castiga las articulaciones mientras corroe las zapatillas. La prueba de fuego es el Abierto de Estados Unidos. Y la prueba de fuego es liderar una época turbulenta en el tenis, que tiene a Nadal como único valor seguro.

Cuando arrancó 2010, Nadal era un tenista acorralado. Habí­a jugado el Abierto de Australia, se habí­a retirado con una lesión en la rodilla derecha y habí­a acumulado 11 meses sin ganar un tí­tulo. A la vuelta de ocho meses, el escenario es radicalmente distinto. Nadal es el número uno. Nadal ha dividido todo un mes entre dos viajes a Vitoria, varios dí­as de descanso en Ibiza, Menorca y Mallorca y una minipretemporada en Manacor. Nadal ha hecho todo eso, consternados sus allegados por el dolor sufrido durante el tratamiento, susceptible de cancelación cualquier torneo previo, con un único objetivo: en el horizonte aparece Nueva York, el sueño del Abierto de Estados Unidos y la consolidación de su ascendiente en el Olimpo del tenis. Arranca Toronto y Nadal lo juega pensando en el único grande que le falta en su palmarés.