Música para los días de Cuaresma y Semana Santa II


celso

O vos omnes qui transitis per viam, attendite et vidette… si est dolor similis sicut dolor meus

Este sábado de Dolores, concluimos la semblanza de la música de Cuaresma y Semana Santa que recomendamos a nuestros lectores, abarcando desde el miércoles Santo hasta la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


En ella se despliega toda la creatividad de los compositores del mundo occidental para estas fechas de todos los tiempos.
   
Para el Miércoles Santo se han de escuchar con “emoción sacra” –en el sentido musical y antropológico–, las lecciones de tinieblas para el día.  Se recomienda las que Marco Antonio Charpentier escribió para los jesuitas de París en el siglo XVII, y las de François Couperin “el grande”, esta última para dos tenores, clavicordio y ensamble de cuerdas;  asimismo, historias sagradas como el oratorio La resurrección de Lázaro de C.P.E. Bach.  Por ser el último día de los ritos negativos, deberá escucharse otra pasión.  Es apropiada la Pasión según San Juan de Giovanni Cortessia, escrita en Florencia en 1557, para coro a capella de voces masculinas en las partes de la turbamulta y los apóstoles, y declamado el texto bíblico en el idioma vernáculo de la época: el italiano.  Para concluir luego, con los salmos penitenciales de Orlando Di Lasso o bien la primera parte de los oficios de tinieblas de Tomas Luis de Victoria, del siglo XVI, el músico más grande producido por España en todos los siglos pasados y por venir.  Inigualable –ni siquiera por G.B. de Palestrina– en el manejo de polifonía en el coro, pero, sobre todo, por la emoción y la devoción de sus salmos y misas, únicas en la literatura musical renacentista del siglo XVI.

El Jueves Santo inicia la iglesia católica tridentina  el rito positivo (la entrada de lo profano a lo sagrado, una vez purificado). La única puerta viable es la música de Beethoven con su oratorio Jesús en el Monte de los Olivos tal vez la mejor partitura del venerado maestro de Bonn.  Seguidamente deberá escucharse una de las obras cumbres de la literatura musical barroca: La Pasión según San Mateo de Juan Sebastián Bach, con sus inmensos corales, semejantes a catedrales góticas y soles infinitos, sus airosos y recitativos, así como su conmovedor coro final: “El señor al fin descansa en paz”, que es un tierno adiós al Salvador y el más hermoso de los coros fúnebres;  “Nos sentamos entre lágrimas”, el cual termina con el suplicante y amoroso coral “Descansa dulcemente”.  Se recomienda la versión dirigida por Karl Richter, también la de Neville Marriner y la de Simon Preston.  En la noche puede escucharse la segunda parte del oficio de tinieblas de Victoria, que permite acompañar a Jesús en la prisión romana.  Puede concluirse con la Pasión según Marcos de Don Laurentino Perossi, cuya combinación, en la última cena del Evangelista (cantado por un tenor) y el coro con el mensaje bíblico  con el salmo Lauda Sion Salvatorem, en un intrincado coral, pone en evidencia la transmutación de Cristo en música.

El Viernes Santo deberá iniciarse con los Oficios de Tinieblas del día viernes (Victoria o Palestrina), que prepararán para la Pasión del Redentor.  Hacia la hora nona se escucharán los desgarradores motetes penitenciales de Claudio Monteverdi, escritos para la Basílica de San Marcos.  En seguida la versión orquestal (o bien coral), de las siete palabras de Cristo de Joseph Haydn y las siete palabras de Cristo desde la Cruz de Heinrich Schutz.  La muerte del Redentor se celebra con la música del alma: el silencio.

En seguida, después de la hora tercia, la tierra se sacude y llueve en el corazón de los hombres.  Deberá acompañarse a la Madre dolorosa del Redentor, “que llora desconsolada al pie de la cruz donde pende su hijo”, escuchando un Stabat Mater.  Los más conocidos son los de Giovani Pergolesi y Giacomo Rossini, y los más profundos:  los de Joseph Haydn, Palestrina y Vivaldi.  Luego los grandes motetes “penitenciales fúnebres” Miserere mei Deus y el Dies Irae de Jean Batista Lully, y el Salmo De Profundis de André Campra, M. A. Charpentier y Michael Richard Delalande, todos compositores del siglo XVII francés.

En horas de la noche deberán escucharse los Improperia (o sea los responsorios que constituyen los reproches de Jesús a su pueblo por haberlo abandonado).  Los más hermosos e impregnados de profunda emoción fueron compuestos por Palestrina y, en particular, por Luis Tomás de Victoria.

El Sábado Santo se ha de consagrar a las misas de muerto.  Es el Réquiem por el Redentor.  De la multitud de Réquiems y oficios de difuntos, recomendamos el Réquiem de Mozart, con su extraordinaria y conmovedora Lacrymosa;  el de Jean Gilles (Versión de 1774), con sus portentosos y solemnes golpes de timbal y el sereno Réquiem para voces masculinas y órgano de don Laurentino Perossi.  Puede concluirse la noche con la Sinfonía al Santo Sepulcro de Vivaldi, con el Cuarteto para ser tocado al final de los tiempos de Olivier Messiaen, o con la espeluznante obra et expecto resurrectionen mortuorum, para gran orquesta de instrumentos de maderas, bronces y percusión del mismo compositor, que prepara el espíritu para la alegría del Domingo:  La Resurrección.  Siendo el día más festivo, las tinieblas quedan atrás y deberá santificarse con grandes obras:  La Misa Solemne de Beethoven, esa titánica partitura cuyo credo es la mayor afirmación de fe que compositor alguno haya escrito, y se cierra el ciclo de la Semana Mayor con la Missa Salburguensis por cincuenta y cuatro voces diferentes, cuatro cuartetos de solistas, orquesta de cuerdas, “esemble” de trompetas y timbales y dos órganos, del compositor  I. H. Biber, y cuyo “et resurrexit tertia die secundum scripturas..” cantado por el coro en triple fuga en todas las voces constituye el mayor monumento musical escrito por un compositor occidental.  Muchos músicos se han quedado fuera de nuestra memoria, pero este breve recorrido musical situará al lector en una auténtica vía dolorosa musical y en un dorado domingo de Resurrección.