El escritor ruso y disidente Alexander Solzhenitsin, célebre por haber destapado al mundo las atrocidades de los campos de concentración de la era estalinista, fallecido ayer a los 89 años, recibía hoy el homenaje de personalidades rusas y del mundo entero.
Solzhenitsin murió ayer a las 13:45 (hora de Guatemala) de «una insuficiencia cardíaca aguda» en su casa en Moscú, dijo su hijo Stepan, citado por la agencia de noticias Itar-Tass.
«Trabajó ayer como cualquier otro día. La muerte vino rápidamente, al anochecer», agregó Stepan que expresó su «gratitud a todos los que recuerden a Solzhenitsin».
Los restos de Solzhenitsin serán inhumados el miércoles en el cementerio del monasterio Donskoi de Moscú, tal como había pedido en vida el escritor, anunció hoy un portavoz de la Iglesia Ortodoxa Rusa citado por la agencia Interfax.
Pero antes, mañana, serán expuestos en la Academia de Ciencias de Moscú, donde se llevará a cabo una ceremonia de despedida, anunció la Fundación Solzhenitsin.
Solzhenitsin, cuyo aspecto ascético se acentuó en estos últimos años por una larga barba blanca, obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1970 después de denunciar los campos de trabajos forzados soviéticos (gulags), donde estuvo prisionero durante ocho años, a partir de 1945.
Se esforzó por revelar los secretos más siniestros del régimen estalinista y su obra asestó un golpe mortal a la autoridad de la Unión Soviética.
En 1974 fue expulsado de la URSS por sus opiniones antisoviéticas.
Su viuda, Natalia, que está publicando su obra completa, declaró a la radio Eco de Moscú que el escritor tuvo una vida «difícil pero feliz».
Solzhenitsin había nacido en 1918 en Kislovodsk, en el Cáucaso, después de la sangrienta Revolución Rusa. En los primeros años de su vida fue un comunista convencido. Pero en 1945 fue condenado a ocho años de encierro en un gulag por criticar a Josef Stalin en una carta a un amigo. Luego sobrevivió a un cáncer y a un intento de asesinato del KGB (servicio de inteligencia soviético).
Fue liberado del gulag en febrero de 1953, semanas antes de la muerte de Stalin. Pasó tres años más en exilio interno en la entonces República Soviética de Kazajistán, antes de volver a Rusia, donde trabajó como maestro.
En el mundo literario irrumpió en 1962 con «Un día en la vida de Iván Denisovich». Este libro, publicado con la autorización oficial del sucesor de Stalin, Nikita Jrushev, describía el mundo de los campos de trabajos forzados.
Después de su publicación en la revista Novy Mir, dos ediciones posteriores de un total de 850 mil ejemplares se agotaron inmediatamente.
«El pabellón del cáncer» y «El primer círculo» fueron publicados en 1968.
Durante la ola de represión lanzada por Leonid Brezhnev, sus obras fueron proscritas. Al ser galardonado con el Nobel, aceptó el premio pero se negó a asistir a su entrega por miedo a no ser autorizado a regresar a Rusia.
En esa época, Solzhenitsin lo sacrificaba todo para dedicarse exclusivamente a «El archipiélago gulag», elaborado en base a la información obtenida de 227 ex prisioneros.
Las autoridades descubrieron manuscritos del libro y en 1974 Solzhenitsin fue expulsado por el jefe del KGB, Yuri Andropov.
Luego de vivir un tiempo en Suiza se instaló en Estados Unidos, donde se dedicó a escribir la tetralogía «La rueda roja», una historia ficticia del período anterior a la Revolución.
Su espectacular regreso a su patria en 1994, cinco años después del derrumbe de la Unión Soviética, mostró que la nueva Rusia le era tan ajena como lo había sido Estados Unidos.
Hoy, desde el presidente ruso, Dimitri Medvedev, hasta su predecesor y actual primer ministro, Vladimir Putin. -ambos ex miembros del KGB- hasta el último jefe de Estado de la extinta URSS, Mijail Gorbachov, rindieron homenaje a la memoria del difunto escritor.
«Alexander Solzhenitsin atravesó pruebas difíciles como millones de ciudadanos del país», declaró Gorbachov, padre de la perestroika, que calificó al escritor de hombre con «un destino único».
Su desaparición es «una gran pérdida para toda Rusia», dijo Putin que saludó el compromiso de Solzhenitsin en favor de los «ideales de libertad, justicia y humanismo».
El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, destacó que Solzhenitsin era «una de las principales conciencias de Rusia del siglo XX», mientras que la canciller alemana Angela Merkel subrayó el carácter de «ciudadano comprometido, combatiente de lo arbitriario».
El Partido Comunista Francés (PCF) también recordó a Solzhenitsin como «un gran denunciador, que desaprovechó el papel de gran reconciliador y de defensor de los nuevos oprimidos».
«Después de siete décadas de espantosa coerción, en medio de una pobreza generalizada, la irrupción de una libertad descarrilada se ha manifestado entre muchos mediante la adopción sin vergí¼enza de los peores rasgos del comportamiento humano (Discurso en Liechtenstein en septiembre de 1993).
«Parece claro que el precio de nuestra salida del comunismo no debe ser la distribución sin control a los capitalistas extranjeros de nuestros recursos mineros, de nuestra tierra y de nuestros bosques. Es una idea peligrosa» (Intento de reflexión: «Cómo poner en marcha a Rusia», en septiembre de 1990).
«Es necesario elegir entre el imperio, que antes que nada nos destruye a nosotros mismos, y el salvamento espiritual y físico de nuestro pueblo».
«Espíritus iluminados comprendieron que la posesión no era un fin en sí mismo, que debía ser subordinada a principios superiores (…) Al contrario, malgasta la vida humana, y se convierte en un pretexto e instrumento de la opresión del prójimo» (Discurso en Liechtenstein).
«Un ser humano se parece a una planta. Cuando se lo arranca de un lugar y se lo echa lejos, ello perjudica a cientos de minúsculas raíces y centros nerviosos (Declaración de prensa días después de su llegada a Occidente en 1974).