El presidente vitalicio de Turkmenistán, Saparmurat Niazov, que dirigía esta ex república soviética de Asia central con mano de hierro desde 1985, murió hoy por la mañana a la edad de 66 años, anunció la prensa oficial turcomana.
«El presidente murió de un paro cardiaco a las dos de la tarde (hora de Guatemala), anunció la televisión con una bandera turcomana y un retrato del presidente en un marco negro como pantalla de fondo.
Luego, un presentador leyó en la televisión un comunicado común del gobierno y del Parlamento anunciando que los funerales tendrán lugar el domingo.
La televisión oficial anunció que un Comité de organización de los funerales fue organizado y que su dirección fue confiada al viceprimer ministro del país y ministro de la Salud, Gurbanguly Berdymujammedov.
Según la Constitución de Turkmenistán, el poder será ocupado en forma interina por el presidente del Parlamento, Ovezdeldy Atayev.
Desde esta mañana, todas las televisiones y las radios interrumpieron sus programas y los reemplazaron por música fúnebre.
Ninguno de los 23 diarios estatales apareció hoy.
En las primeras horas de la tarde, las calles de Ashjabad estaban tranquilas y no se señalaron manifestaciones espontáneas.
Las banderas turcomanas fueron puestas a media asta en la capital, constató un periodista, y las autoridades retiraron de las calles todos los árboles de Navidad que decoraban la ciudad.
Niazov, que se hacía llamar Turkmenbachi («Líder de todos los turkmenos»), había sido nombrado en 1985, cuando esta república todavía formaba parte de la Unión Soviética. Era presidente vitalicio desde 1999. Había organizado un culto delirante a la personalidad sobre él y algunos miembros de su familia en el que se basaba su régimen, uno de los más represivos y cerrados en el mundo.
Por ejemplo, había rebautizado los meses del año, transformando en particular el mes de enero en «Turkmenbachi».
Saparmurat Niazov se presentaba también como poeta y escritor. El estudio de su obra de referencia, el Rujnama, era obligatorio para los estudiantes y funcionarios, pues su conocimiento abría la vía del paraíso, según la propaganda.
Enemigo jurado de los defensores de los derechos humanos, Turkmenbachi controlaba todo el poder, ocupando tanto la presidencia como los puestos clave del gobierno, como dirigente del único partido político autorizado.
Los observadores temen que ante la falta de un sucesor designado, y como quienes querían sucederlo fueron destituidos o encarcelados, Turkmenistán sea presa de la inestabilidad.
Por otra parte, al establecer su régimen totalitario, Niazov redujo a la nada la influencia tradicional de los clanes turkmenos.
«Creo que habrá cierto caos y combates políticos», destacó Eduard Poletaiev, jefe de la redacción de la revista La Paz en Asia, con sede en Almaty.
Regularmente corrían rumores sobre ataques cardiacos o crisis de diabetes que habría sufrido Niazov. En octubre, él mismo había indicado que tomaba tres veces por día medicamentos para una «enfermedad del corazón», y en 1997 había sido sometido a una operación coronaria.
Turkmenistán, un país estratégico rico en gas, corre el riesgo de caer en la inestabilidad tras la muerte súbita del presidente Saparmurat Niazov, que había eliminado toda oposición y reinaba en la opacidad más completa desde hacía 21 años.
Los temores de los analistas se basan sobre todo en que Niazov, que se hacía llamar Turkmenbachi (líder de todos los turcomanos), nunca nombró oficialmente un sucesor y sus herederos potenciales fueron destituidos o encarcelados.
Esta incertidumbre podría provocar inestabilidad, puesto que el presidente difunto se esforzó durante su régimen por reducir a cero las estructuras clánicas tradicionales que habían permanecido influyentes durante todo el periodo soviético.
«La situación en Turkmenistán sólo puede empeorar, pues el combate está en relación con el control del gas turcomano, que significa mucho dinero», destacó Dosym Satapayev, director en Kazajastán del Grupo de evaluación de riesgos.
Turkmenistán, al borde del El Dorado energético que es el Mar Caspio, disponía a fines de 2005 de reservas estimadas en 2,9 billones de m3 de gas de reserva, ocupando el 12º lugar mundial, objeto de la codicia de las grandes potencias, según el grupo BP.
En los últimos años, Turkmenbachi había tratado de aumentar los beneficios que su país obtenía de sus recursos energéticos multiplicando las vías de exportación, controladas actualmente casi en su totalidad por Rusia, heredera de la red soviética de gaseoductos.
«Habrá un aumento importante del interés internacional por Turkmenistán. En primer lugar hay que hablar de la Federación de Rusia (…). Pero Irán y China no se quedarán atrás debido a sus contratos de gas», destacó Poletayev.
La batalla por la sucesión podría ser así muy dura, a pesar de que según la Constitución turcomana la presidencia interina corresponde al presidente del Parlamento, Ovezdeldy Ataiev.
Pero según la tradición soviética, la persona que preside la organización de los funerales del jefe del Estado es considerada como un sucesor oficioso.
Este papel correspondió hoy en la mañana a un antiguo compañero de Turkmenbachi, el viceprimer ministro y ministro de la Salud, Gurbanguly Berdymujammedov.
La situación podría cambiar si se tienen en cuenta a los miembros de la oposición turcomana, expulsados de su país, pero que ya anunciaron que quieren volver.
Otra gran interrogante es la reacción del pueblo turcomano, oprimido durante más de 20 años y que durante este periodo no ha escuchado otra cosa que los discursos a la gloria del presidente difunto.
Por el momento, el gobierno turcomano se limitó a anunciar que Turkmenistán proseguirá con la política de Saparmurat Niazov.