El director sueco Ingmar Bergman murió hoy a los 89 años de edad en la isla de Faaro, en el mar Báltico, su residencia en los últimos años y la misma donde rodó algunas de sus obras maestras.
Su muerte se produjo «tranquila y suavemente», dijo su hija Eva Bergman a la agencia sueca de prensa TT.
Nacido el 14 de julio de 1918 en Uppsala, al norte de Estocolmo, Ingmar Bergman realizó más de 40 películas en el transcurso de su larga y prolífica carrera, entre ellas «El séptimo sello» (1957) «Gritos y susurros» (1972), «Escenas de la vida conyugal» (1974), «Sonata de otoño» (1978) o «Fanny y Alexandre» (1982).
El funeral se llevará a cabo en presencia de sus amigos y familiares en una fecha aún no precisada, según TT.
Desde hace varios meses corrían insistentes rumores sobre la delicada salud del cineasta. En octubre de 2006 fue sometido a una operación de cadera de la que, al parecer, no logró recuperarse totalmente.
Vivía solo y retirado del mundo, la mayor parte del tiempo en su casa de la isla de Faaro, inconsolable tras la muerte de su última esposa, Ingrid von Rosen, en 1995.
«Faaro fue mi amor secreto», escribió Bergman en su autobiografía «Linterna Mágica» al hablar del flechazo que sintió en la década de los Sesenta por esa isla de plano perfil donde se funden el cielo y el mar.
Allí hizo construir la casa donde murió este lunes, que también se convirtió en estudio de rodaje para dos de sus producciones: «Como en un espejo» (titulada en Argentina «Detrás de un vidrio oscuro», de 1961) y «El silencio» (1963).
La carrera de Bergman empezó precisamente en el teatro en los años Cuarenta, con la realización de una producción en la Opera de Estocolmo. Posteriormente, en 1960 volvió a sus orígenes teatrales al ser contratado como director del prestigioso Dramaten, el teatro real de arte dramático.
Asimismo, a lo largo de su carrera se distinguió en numerosas ocasiones como director de numerosas piezas teatrales de importantes autores como, por ejemplo, su ídolo de juventud, el escritor August Strindberg.
Sin embargo, la decisión de dedicarse al cine la tomó en 1945, cuando se dio cuenta de que, para él, el único medio moderno para expresarse era la gran pantalla.
«Hacer películas es para mí un instinto, una necesidad como comer, beber o amar», declaró Bergman en una ocasión.
Gran cinéfilo, le gustaba mucho el cine estadounidense de los años Cuarenta y también los filmes franceses de esa década y de los años Treinta.
En su extensa carrera cinematográfica, que se extendió durante la segunda mitad del siglo XX, fue contemporáneo de maestros como el italiano Federico Fellini, el español nacionalizado mexicano Luis Buñuel y el japonés Akira Kurosawa.
Su obra marcó también a numerosas generaciones de cineastas como el estadounidense Woody Allen, un auténtico adorador de Bergman.
En 1955 obtuvo su primer éxito internacional con la comedia «Sonrisas de una noche de verano». A partir de finales de los años cincuenta sus películas se harán cada vez más oscuras, centradas en parejas en crisis y en seres desgarrados por la constatación de un Dios ausente.
Considerado como un director de actrices, dio sus mejores papeles a intérpretes como Maj Britt Nilsson, Harriett Andersson, Eva Dahlbeck, Ulla Jacobsson y Liv Ullmann.
Bergman vivió aventuras amorosas con algunas de esas actrices. Se casó cinco veces y tuvo nueve hijos, si bien en una ocasión afirmó no ser demasiado paternal.
Ignorado durante mucho tiempo en su país natal e incluso perseguido en los años 70 por un tenebroso asunto de evasión fiscal, Suecia sólo le rindió recientemente ese reconocimiento de gran maestro del cine que ha sido Bergman.
«Ingmar Bergman formaba parte de los grandes dramaturgos de este mundo y para muchos incluso fue el más grande de todos», declaró el lunes el primer ministro sueco, Fredirk Reinfeldt en un comunicado.
La noticia de la muerte del cineasta provocó una oleada de reconocimiento en su Suecia natal, donde actualmente se concede un «Premio Bergman» a los jóvenes talentos del cine sueco, que son como los ’Oscar’ de ese país nórdico.
Según la agencia TT, el cine y el teatro suecos han perdido a «la estrella más brillante de toda su historia».