El cineasta francés Eric Rohmer, que exploró los devaneos amorosos y el desamor en filmes como «El Rayo verde» y la saga de «Seis Cuentos morales», murió ayer en París a los 89 años, indicó Margaret Menegoz, de la casa productora Les Films du Losange.
Rohmer «murió esta mañana, mientras dormía», indicó la presidenta de Les Films du Losange, empresa productora fundada por el cineasta.
«Hacer películas no es para mí un trabajo. Es una pasión, así como otros pueden tener la pasión por el juego, o por la pesca», dijo Rohmer en una reciente entrevista con la AFP.
«Nunca sufrí decepciones con mis películas, y no tengo la impresión de haber fracasado con ninguna de ellas», agregó el cineasta, cuyo verdadero nombre era Jean-Marie Maurice Schérer.
Durante toda su larga trayectoria en el cine, marcada por agudos retratos sociales, como en la saga «Comedias y proverbios», en los años «80, Rohmer exploró el sentimiento amoroso, en películas donde las conversaciones sobre temas banales y cotidianos gozaron de un papel estelar.
Nacido en Tulle, en Corrí¨ze (centro de Francia) el 4 de abril de 1920, Rohmer enseñó primero literatura, antes de consagrarse a la crítica cinematográfica, sobre todo en las páginas de la revista Cahiers du cinéma, publicación que marcó a varias generaciones de cineastas en el mundo entero.
Su primer guión para cine, «Tous les garí§ons s»appellent Patrick», fue llevado a la pantalla en 1958 por el realizador francés Jean-Luc Godard, uno de los máximos exponentes de la Nueva Ola.
Creador independiente y artesanal, Rohmer, que deja un inmenso legado a la cinematografía mundial, filmó en 1959 su primer largo metraje, «El signo del León».
En esos años fundó junto con el realizador alemán Barbet Schroeder la firma productora Les Films du Losange, que ha producido más de 80 filmes.
Pero fue hasta en 1969, con «Mi noche con Maud», cinta que inauguró la saga de «Seis Cuentos Morales», que Rohmer logró el reconocimiento y aplauso del gran público.
Defensor del cine clásico de Hollywood, fue un ferviente admirador de Alfred Hitchcock, a quien consagró un libro, que escribió junto con otro gran realizador francés, Claude Chabrol.
«Como buen discípulo de Alfred Hitchcock, es necesario que haya suspenso en cada uno de mis filmes. No me gusta que mis películas sean aburridas», afirmaba el cineasta, que colocó los diálogos en el centro de sus obras, por lo que es considerado como el Marivaux o el Musset del cine francés.
Rohmer se convirtió en el más secreto de los cineastas de la Nueva Ola, que irrumpió a finales de la década de los «50 con realizadores como Franí§ois Truffaut y Jean Luc Godard.
«Soy un salvaje, un solitario», decía de sí Rohmer, que fue sin duda uno de los grandes observadores de los códigos de la sociedad moderna, cuya exploración profundizó en sagas como «Cuentos de las cuatro temporadas», en los años «90.
«Con él descubrí el cine. Rohmer fue para mí como un gran personaje del Siglo de las Luces», destacó una de sus artistas favoritas, Arielle Dombasle, al enterarse de la muerte del cineasta, que recibió en 2001 un Leon de Oro en el Festival de Venecia por el conjunto de su obra.
«Le debo todo», afirmó otro actor, Fabrice Luchini, intérprete de «La Rodilla de Claire», y de «Las Noches de la Luna Llena», dirigida por Rohmer en 1984.
Eric Rohmer, fallecido ayer en París a la edad de 89 años, era el más secreto de los cineastas de la llamada Nueva Ola del cine francés, autor de comedias frescas y sentimentales pobladas de muchachas en flor.
Rohmer era un hombre erudito que gozaba festejando la lengua y la literatura francesas y un etnólogo de la especie humana.
En sus películas le daba un lugar preponderante a la palabra. Sus intrigas se tejían en torno a la conversación y a los jugueteos del amor, lo que hacía que los críticos lo comparasen con escritores como Marivaux o Musset.
En medio siglo de trabajo realizó 24 largometrajes, un documental sobre los hermanos Lumií¨re y programas escolares para la televisión.
Nacido en Tulle (Correze) el 4 de abril de 1920, su verdadero nombre era Jean-Marie Maurice Schérer y en sus primeros tiempos enseñó la literatura, antes de consagrarse a la crítica cinematográfica.
Escribió un libro sobre Alfred Hitchcock en compañía de otro gran cineasta francés, Claude Chabrol, y publicó una tesis doctoral sobre «la organización del espacio en el Fausto de Murnau».
Colaborador de las revistas «Temps modernes» y «Arts» fue jefe de redacción de la «Gazette du cinéma» en 1950 y luego de los «Cahiers du cinéma» de 1957 a 1963.
Tras escribir el guión de la película «Tous les garí§ons s»appellent Patrick» (Todos los muchachos se llaman Patrick), realizado por Jean-Luc Godard en 1959, firmó su primer mediometraje, «Bajo el signo de Leo», en 1959.
Creador independiente y artesanal fundó la empresa de producción «Les films du Losange» con el cineasta Barbet Schroeder, el realizador, entre otras muchas películas, de «La virgen de los sicarios».
Observador de los comportamientos amorosos y de la comedia social, Rohmer organizó su obra en series o ciclos de películas. Los seis «Cuentos morales» (1962-72), entre ellos «Ma nuit chez Maud» (Mi noche en casa de Maud) en 1969, que lo hizo conocido, y «Le genou de Claire» (La rodilla de Claire)», basados en cuentos del siglo XVIII.
Con las «Comedias y proverbios» de los años 1980, con películas como «Les nuits de la pleine lune» (Noches de luna llena) y «Le rayon vert» (El rayo verde) –ganadora del León de Oro de Venecia en 1986 y del premio Louis-Delluc– inspirados de Alfred de Musset, Rohmer analiza los códigos de la modernidad y los extravíos del corazón.
Los llamados «Cuentos de las cuatro estaciones» de los años 90 prosiguen en la misma vena.
Con «La marquise d»O» (1976), «Perceval le Gallois» (1978) o «L»Anglaise et le duc» (2000), filmados por fuera de las series, intentó experimentar con la pintura y la exploración de la Historia.
Su última película, «El romance de Astrea y Celadón», basada en la novela del siglo XVII de Honoré de Urfé, «La Astrea», fue seleccionada para la Mostra de Venecia en 2007.
También escribió la obra de teatro «Trío en mi bemol» y la novela «Elisabeth», publicada en 1946 bajo el pseudónimo de Gilbert Cordier.