«Muñeca mala» de Carmen Matute


Grecia Aguilera

Sumergida en una silenciosa melancolí­a, trato de mantener un intenso soliloquio mientras percibo la soledad y el paso amargo del tiempo. Observo los heliotropos, esas hermosas florecillas color púrpura que se caracterizan por orientarse siempre hacia el sol, así­ como nuestra alma, que desde que nace busca constantemente el calor del vientre materno, la luz de su espí­ritu, el amor de su corazón. Es casi imposible creer en lo que expresa el poema «La leyenda de la esfinge», historia de un niño olvidado por sus padres que morirí­a al pronunciar tres veces «la palabra más amable, más querida que haber pueda en este mundo, más sublime y más sentida: Madre». Tampoco se puede creer que nuestro pequeño rostro de recién nacidos, no sienta las cálidas caricias de su madre. En su libro «Muñeca mala», Carmen Matute nos incrusta los dardos de la verdad en nuestras almas y nos dice una y otra vez, que sí­, que sí­ puede ser cierto que la mujer que nos trajo al mundo, que la mujer más amada y más querida, puede llegar en algún momento a ser desalmada, cruel, insolente e irrespetuosa de su propia sangre, un maniquí­, una «muñeca mala». Siendo así­, escribe: «Fatigada de arco iris,/ de lunas amarillas/ y de espejos,/ prendo enredaderas de besos/ en los labios de una estatua,/ persigo remotas soledades/ en los ojos de una extraña,/ intuyo esqueletos/ en el fondo/ de la piel tibia e intacta./ Con prí­stina dulzura/ de noches en que fui/ una hermosa flor hermafrodita,/ construyo laberintos cegadores/ donde el recuerdo/ envejece lentamente.» Con este doloroso poema comienza Carmen Matute los relatos de su libro, historias verí­dicas que nos muestran la otra cara de la luna, la vida de una niña atormentada por su propia madre. En esta obra, Carmen nos recuerda una y otra vez que las heridas espirituales no cicatrizan nunca, y que la soledad es perpetua por la falta de una madre consciente y amorosa. Cada historia del libro es un eslabón, formando los catorce cuentos una cadena de sucesos que van í­ntimamente ligados a la vida de la autora, quien nos va relatando de una forma concisa, sobria y precisa, estos hechos desgarradores que lamentablemente, en muchos casos, son parte del diario vivir de los seres humanos, por lo que este valioso testimonio no solamente es para un selecto público, sino que también debe pasar a formar parte de las bibliotecas de los profesionales que estudian, por ejemplo, la conducta del individuo, los sentimientos, las emociones, las diversas facetas de la vida humana, las alteraciones o anomalí­as del pensamiento, la adaptación social y las relaciones interpersonales, porque en «Muñeca mala» Carmen confirma lo que el pensador británico John Locke dijo: «En su origen la mente está vací­a pero lentamente la experiencia externa, es decir sensación, y la experiencia interna, es decir reflexión, introducen respectivamente, ideas de objetos sensibles e ideas de operaciones del alma.» Así­ como el siguiente poema de Carmen Matute, que dice: «Aquí­,/ donde no hay nadie/ sino mi derrotada soledad desnuda,/ mi alucinada angustia,/ mi sombra hastiada de sí­ misma./ Aquí­,/ donde los sueños/ son palomas que huyen,/ donde sólo estoy yo conmigo,/ y mi cuerpo desolado/ ante un espejo/ infinitamente triste./ Aquí­,/ en este cí­rculo traidor/ de agoní­as no elegidas,/ con mi muerte al lado,/ puedo contemplarme corrupta/ y deformada.» El libro «Muñeca mala» de Carmen Matute, la poeta forjadora de su propia vida, ha pasado en buena hora a formar parte de la colección de publicaciones de Editorial Alfaguara. Agradezco a Carmencita haberme obsequiado un ejemplar, así­ como también las hermosas palabras que escribió a mi persona y a mi esposo Carlos-Rafael Pérez Dí­az: «Guatemala, 9 de abril de 2008. Para Grecia y Carlos, con el hondo cariño y la profunda admiración de Carmen.»