Ahora que muchas de mis pocas lectoras están de vacaciones aprovecho para compartir con ellas (y con los hombres, también) un mensaje que me envió mi amiga Mayra acerca de un tema que puede ser de interés para el género femenino, y cuyo nombre del autor es desconocido.
  Determinado día un médico comentaba haber recibido en su consultorio a una paciente aquejada de estrés. Ella le describió sus labores diarias, desde que se levantaba hasta que salía corriendo al trabajo. Una de sus tareas era dejar tendida la cama. El médico le recomendó que dejara de hacer esta labor durante un par de semanas. Ella aceptó el consejo a regañadientes.
  Al cabo de dos semanas la mujer entró al consultorio con la cara radiante de alegría: había dejado de tender la cama en la mañana por primera vez en 42 años y no le había ocurrido nada. También había dejado de secar los platos.
  Al hacer un análisis de este caso, se deduce que la mujer hizo dos grandes progresos: primero, darse cuenta de que en la vida hay opciones que ella no había considerado; y, segundo, permitirse no ser el «ama de casa perfecta». La anécdota ilustra un importante principio de la administración del tiempo: Nadie puede hacerlo todo. Cada persona tiene que optar por ciertas cosas y sacrificar otras. La dificultad estriba en que, al establecer las prioridades, muchas dejan en último lugar su salud física y su bienestar emocional.
  Algunas mujeres (y hombres, también) están más preocupadas por su casa y su vehículo, entre otras cosas, que por sí mismas, y anteponen a las suyas las necesidades de las demás. Esto estaría bien de vez en cuando y siempre que hubiera equilibrio; pero la mayoría de las mujeres que actúan de esa manera se van desgastando y terminan agotadas.
  Afortunadamente la vida no tiene que ser así. Al respecto, Sol Gordon y Harold Brecher escribieron el libro «La vida es incierta, cómete el postre primero». Sólo el título da a entender que si siempre dejamos lo más sabroso para el final, es muy posible que no lleguemos a paladearlo. Anteponer permanentemente el trabajo a la salud y al placer pronto se convierte en un derroche de energía a costa de la salud y el placer, precisamente.
  La solución consiste en definir las prioridades. Determine usted, mujer que trabaja fuera de casa o labora en su hogar, lo que más quiere en la vida y haga de ello su objetivo principal. Entre las prioridades de todos los días se cuentan comer bien y a las horas debidas, dormir lo necesario y convivir con los que amamos. El ejercicio, el esparcimiento, los amigos y pasatiempos también deben ocupar importante en su vida, estimada lectora. Por supuesto que tendrá que sacrificar algunas de las cosas que actualmente llenan sus jornadas, a fin de tener tiempo para las actividades que la relajen y entretengan; pero vale la pena vivir sin estar estresada. ¿O no?
  (La mujer del ocioso de Romualdo Tishudo le reclama que no sea tan holgazán y le dice -Acordáte que el trabajo da salud. El haraganazo del marido replica: -Entonces que trabajen los enfermos).