Muertos polí­ticos


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En lo concerniente a la vida polí­tica, no es tan difí­cil llegar a los cargos, sino mantenerse. Y eso que lo digan polí­ticos que en los últimos 25 años, desde que entró en vigencia la actual Constitución, se han mantenido en puestos determinantes.

Mario Cordero ívila
Mcordero@lahora.com.gt

 


¿Qué tienen en común Telésforo Guerra Cahn, Fernando Linares Beltranena, Mario Taracena Dí­az-Sol, Carlos Molina Mencos, Alejandro Maldonado Aguirre, Alfonso Cabrera, Catalina Soberanis, Roberto Alejos y Oliverio Garcí­a Rodas? Además de haber conformado la Asamblea Constituyente, hoy dí­a aún puede leerse sus nombres en los medios de comunicación, porque se mantienen vigentes en la polí­tica.

Algunos más y otros menos. No podemos comparar la injerencia que tiene un presidente del Congreso, como Alejos, y diputados como Garcí­a Rodas y Taracena, con otros de esos nombres que han sonado mucho menos.

Algunos han dejado de ocupar cargos de representación, para vincularse en otros espacios públicos, como Guerra Cahn, abogado de casos difí­ciles, o bien convertidos en analistas, o atrincherados en ONG’s.

Otros parecen resucitar entre los muertos, sobre todo en época electoral, que es cuando las aguas se mueven y es posible nuevamente meterse. Sin embargo, muchos no lo logran, porque cada vez hay más gente atraí­da hacia los espacios públicos.

Otros exconstituyentes aún andan pululando por ahí­, y cuando hay fuertes movimientos de aguas, como la que ocurre ahora por causa de las intenciones presidenciales de la ex Primera Dama, muchos de ellos ven la oportunidad.

El grave problema es que muchos pretenden únicamente ocupar estos espacios, apareciéndose de vez en cuando, en vez de estar dispuestos a demostrar con trabajo y propuestas por qué es que quieren seguir estando vigentes en polí­tica. Muchos se han devenido a espacios menos pomposos, con salarios y poder cada vez más reducidos, y otros ya ni siquiera eso.

La mayorí­a de los que permanecen vigentes, o más o menos vigentes, lo han hecho gracias a que han sabido moverse en el momento oportuno, mudándose de camisola por la del equipo ganador. Pero poco a poco se les van cerrando las puertas, que ellos mismos somatan al irse, y, tarde o temprano, terminan en el olvido. Muertos polí­ticos que ya no pueden resucitar, ni siquiera haciendo su partido propio.

Se trata, pues, de un juego de probabilidades. Irse con quien dé la mejor oferta, la cual será propuesta siempre y cuando el aspirante tenga algo que dar, sobre todo en cuestión de liderazgos locales, o bien estar dispuestos a servir de alfombra para que otro pase. Pero a veces se juegan mal las cartas, como habrá sido el caso de los magistrados y funcionarios que avalaron la candidatura de Rí­os Montt hace ocho años. Sintiéndose amparados por el poder de turno, pusieron toda la carne al asador, sin recordar que el poder es una carga pesada que no puede permanecer sostenida por las mismas personas por mucho tiempo.

Las correlaciones de fuerzas se van modificando, porque el poder mismo comprende el principio de alternabilidad. Pero para mantenerse vigente, es necesario no echarse tierra comprometiéndose plenamente con una persona o una cúpula, porque los ví­nculos, más que afianzar, provocan rechazos de otros grupos.

Hoy dí­a, el panorama se encuentra muy complicado. La candidatura de Sandra Torres ha motivado divisiones, lo que provocará grandes ganadores y grandes perdedores. Pero los que han sabido mantenerse en la polí­tica, saben que es mucho más importante no tomar las decisiones basados en que es blanco o negro, y que, más importante, no tomar caminos que puedan ser polémicos.

Tal parece, los magistrados de la CSJ -excepto uno- comprendieron esto, y optaron por no comprometerse con una decisión polémica. ¿Lo harán los magistrados de la CC? Según su decisión, sabremos quién, dentro de cuatro años, serán inhumados como muertos polí­ticos.