Muerte de hijo devolvió una causa descuidada


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Cuando Nelson Mandela sea enterrado mañana en Qunu, el pueblo donde creció, descansará junto a tres de sus hijos, uno de los cuales murió de sida: Makgatho Mandela, uno de los frutos de su primer matrimonio con la enfermera Evelyn Mase, falleció en 2005 a consecuencia de la enfermedad cuando tenía 54 años.

POR CLARE BYRNE Johannesburgo / Agencia dpa

En ese momento, unas 900 personas morían cada día de sida, que hacía estragos en el país, agudizado por la postura negacionista del sucesor de Mandela, Thabo Mbeki.

   Makgatho podría haberse convertido en un número más que engrosara las estadísticas, pero Mandela utilizó su pérdida para intentar acabar con el estigma asociado al VIH/sida, que estaba contribuyendo a matar a la gente, reticente a hacerse pruebas y recibir tratamiento para no verse excluidos socialmente. «Mi hijo ha muerto de sida», declaró en una rueda de prensa que convocó junto con miembros de su familia el 6 de enero de 2005.

   Edwin Cameron, entonces magistrado del Tribunal Supremo y hasta entonces la única personalidad pública en el país que había reconocido su condición de seropositivo, recuerda el efecto transformador que tuvo aquel anuncio en un país donde la gente era excluida, e incluso asesinada, por desvelar su contagio.

   «Lo que hizo fue de enorme importancia al personalizarlo y llevarlo dentro de su propia familia», dijo Cameron en entrevista telefónica con dpa. «Fue un momento crucial en nuestra conciencia pública de la epidemia», señaló Cameron, miembro actualmente del Tribunal Constitucional y autor de «Witness to AIDS» (Testigos del sida), un relato profundamente personal de supervivencia del que Mandela escribió el prólogo.

   Precisamente esta semana mientras los mandatarios de todo el mundo acudían al acto central de los funerales de Mandela, se celebraba un congreso paralelo en Ciudad del Cabo para estudiar el progreso del continente en el suministro de tratamiento para la gente infectada de VIH.

   Unos años antes, Sudáfrica era el lugar a evitar en este tipo de encuentros, ante la promoción del gobierno de Mbeki de la comida sana como alternativa a la medicina antirretroviral (ARVs) que salvaba vidas en la lucha contra el sida. En una conferencia contra el sida en Toronto en 2006, el ministro de sanidad sudafricano fue muy criticado por apostar por la remolacha, el ajo y la patata africana.

   Sin embargo, actualmente el país de 51 millones de habitantes, donde se estima que en torno a 6,1 millones de personas viven infectadas, es regularmente alabado por poner en tratamiento a más gente que en ninguna otra nación.

   Zackie Achmat, fundador del grupo Treatment Action Campaign (TAC), que llevó al gobierno ante los tribunales para obligarlo a tratar a mujeres seropositivas embarazadas, considera que gran parte de ese mérito se debe al cambio de actitud de Mandela. «Salvó millones de vidas», aseguró en una entrevista con la web de salud GroundUp de la fundación Mandela.

   Tres años antes de que Mandela revelara la causa de la muerte de su hijo, ya había empezado a criticar públicamente la postura de Mbeki sobre la pandemia. En 2002, visitó a Achmat en su casa de Ciudad del Cabo después de que el fundador de TAC anunciara que suspendía su propio tratamiento antirretroviral hasta que el gobierno pusiera esa medicina a disposición de las mujeres embarazadas.

   Entonces Mandela le pidió que tomara su medicina y le prometió que abogaría por que el gobierno acelerara el acceso al tratamiento. Para Achmat, aquel apoyo de Mandela fue «mayor que el discurso de Rivonia» de 1964, cuando dijo ante los tribunales que lo condenaron a cadena perpetua que estaba preparado para morir por sus ideas.

   «Cuando habló en Rivonia tenía el respaldo del CNA y del mundo», dijo Achmat, al contrario de lo que ocurría al criticar las reticencias de su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA), a desafiar la postura de Mbeki sobre el sida.

   Y es que Mandela estaba intentando compensar su tardía unión a la lucha contra el sida. Durante sus cinco años como presidente, entre 1994 y 1999, apenas prestó atención a la enfermedad y centró sus energías casi exclusivamente en la construcción nacional. Cameron, que fue crítico con la falta de liderazgo de Mandela en esa cuestión durante su presidencia, cree que el Nobel de la Paz lo lamentó después. «Creo que su silencio virtual durante su presidencia lo perturbó profundamente».

   Su cambio y defensa de una postura racional y científica al VIH/sida se produjo en febrero de 2002, cuando presentó un premio por los derechos humanos y sanitarios a dos investigadores del VIH por sus trabajos en el estudio de la transmisión del virus de madre a hijo. Entonces su discurso supuso una fuerte bofetada para Mbeki.

Más tarde ese mismo año vistió una camiseta que decía «VIH positivo» durante una visita a un centro de tratamiento y donó su número de preso en Robben Island, el 46664, a una asociación de prevención y concienciación de la enfermedad.

   En 2003, el gobierno de Mbeki ya había cedido ante los crecientes gritos por la escalada del número de muertos por sida y comenzó a expandir el tratamiento antirretroviral. Hoy más de 2,4 millones de sudafricanos lo reciben y la tasa de nuevas infecciones está descendiendo.

   Sin embargo, continúan los problemas: el acceso al tratamiento sigue siendo difícil para los pobres, sobre todo en las zonas rurales, y el estigma continúa, pese a las figuras públicas que han reconocido la enfermedad. «El largo camino al acceso al tratamiento no se ha recorrido aún», dice el presidente de TAC Anele Yawa. «Mandela nos inició en ese camino. Es un compromiso que prometimos respaldar. No dejaremos morir a nuestra gente».