Muere Ray Bradbury, autor de «Las crónicas marcianas»


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Ray Bradbury, el maestro de la ficción científica y la fantasía que transformó sus sueños de infancia y temores de la Guerra Fría en marcianos telepáticos, monstruos marinos enfermos de amor y la visión desoladora de un futuro distorsionado en el cual los bomberos queman libros en «Fahrenheit 451», ha muerto. Tenía 91 años.

Por JOHN ROGERS LOS ANGELES / Agencia AP

Bradbury falleció el martes por la noche, dijo hoy su hija, Alexandra Bradbury. No proporcionó más detalles.

El autor de clásicos de ficción científica como «Crónicas marcianas» y «El hombre ilustrado» trascendió el género para conquistar la admiración de grandes plumas como Jorge Luis Borges, quien prologó la versión en español de uno de sus libros.

Aunque disminuyó su ritmo de trabajo en años recientes debido a un derrame cerebral que lo postró en a una silla de ruedas, Bradbury se mantuvo activo al llegar a nonagenario, escribiendo nuevas novelas, obras de teatro, guiones de cine y un volumen de poesía. Escribía todos los días en la oficina de su casa en el barrio de Cheviot Hills, en Los Ángeles, y de vez en cuando se presentaba en librerías y actos de bibliotecas públicas para recaudar fondos y otros eventos literarios alrededor de la ciudad.

Su obra abarca desde terror y misterio hasta humor e historias compasivas sobre los irlandeses, los negros y los mexicanoestadounidenses. Bradbury también escribió el guión de la adaptación cinematográfica de John Huston de «Moby Dick» (1956), así como varios capítulos de la serie de televisión «La dimensión desconocida», incluyendo «El Teatro de Ray Bradbury», para el cual adaptó decenas de sus trabajos.

«Lo que siempre he sido es un escritor híbrido», dijo Bradbury en el 2009. «Estoy completamente enamorado del cine, y estoy completamente enamorado del teatro, y estoy completamente enamorado con las bibliotecas».

Bradbury saltó a la fama en 1950 con «Crónicas marcianas», una serie de historias entrelazadas que satirizaron el capitalismo, el racismo y las tensiones de las superpotencias al retratar a colonizadores terrestres destruyendo una civilización marciana idílica.

Al igual que «El fin de la infancia» de Arthur C. Clarke y el filme de Robert Wise «El día que paralizaron la Tierra», el libro de Bradbury fue una alegoría sobre la Guerra Fría en el que los acontecimientos en otro planeta sirven como un comentario sobre el comportamiento humano en la Tierra. «Crónicas marcianas» se ha publicado en más de 30 lenguas, fue adaptada en una miniserie se televisión e inspiró un juego de computadora.

«Crónicas marcianas» profetizaron la prohibición de libros, especialmente obras de fantasía, un tema que Bradbury abordaría profundamente en «Fahrenheit 451», de 1953. Inspirada en la Guerra Fría, el surgimiento de la televisión y la pasión del autor por las bibliotecas, fue una narrativa apocalíptica de una guerra nuclear en el extranjero y un placer vacío en casa, donde los bomberos son asignados a quemar libros en lugar de combatir incendios (451 grados Fahrenheit, Bradbury ha dicho, era la temperatura a la cual ardían en llamas los textos).

Fue el único trabajo de Bradbury realmente de ficción científica, según el autor, quien dijo que todas sus demás obras debían clasificarse como de fantasía. «Fue un libro basado en hechos reales y también en el odio hacia la gente que quema libros», dijo a The Associated Press en el 2002.

Un clásico futurista a menudo enseñado junto con «1984» de George Orwell y «Brave New World» de Aldous Huxley, la novela de Bradbury previó los iPods, la TV interactiva, la vigilancia electrónica y en vivo, los eventos sensacionalistas de los medios, incluso las persecusiones policiales televisadas. François Truffaut dirigió en una versión cinematográfica en 1966 y se hizo alusión al título del libro — sin la autorización de Bradbury, se quejó el autor — para el documental de Michael Moore «Fahrenheit 9-11».

Aunque involucrado en muchos proyectos futuristas, como la Feria Mundial de Nueva York en 1964 y la exhibición «Spaceship Earth» en el parque Walt Disney World de Florida, Bradbury estaba profundamente apegado al pasado. Se negaba a conducir un auto o viajar, y le dijo a la AP que presenciar un accidente de tránsito fatal de niño le había dejado un terror permanente a los automóviles. De su juventud, se trasladaba de un lugar a otro en bicicleta o patines.

«No les tengo miedo a las máquinas», le dijo a la publicación Writer’s Digest en 1976. «No creo que los robots se estén apoderando del mundo. Pienso que los hombres que juegan con juguetes lo han hecho. Y si no les quitamos los juguetes de las manos, somos unos tontos».