El actor estadounidense Jack Palance, célebre por sus papeles de «villano» en Hollywood, falleció ayer en California (oeste) a los 87 años, anunció su portavoz, Dick Guttman, en un comunicado.
«Jack Palance falleció ayer (…) de causas naturales en su hogar en Montecito, California, rodeado de su familia», precisó.
El actor, cuyo verdadero nombre era Walter Palahnuik, nació el 18 de febrero de 1919 en Lattimer, Pensilvania (este), en el seno de una familia de modestos inmigrantes ucranianos.
Su cara de rasgos duros y su corpulencia lo convirtieron en el «malvado» ideal en la pantalla grande, con lo que pasó a interpretar casi exclusivamente asesinos y sicópatas en los más de 80 filmes en los que actuó.
En 1991 obtuvo un Oscar a Mejor Actor de Reparto por su papel junto a Billy Cristal en el ’western’ en tono de comedia «City Slickers», tras varios años en la década de 1970 en los que debió resignarse a actuar en filmes de baja categoría luego de rechazar a la industria de Hollywood, a la que no le perdonó que lo hubiera condenado a papeles antipáticos.
Sin embargo, su físico poco común había sido su carta de la suerte cuando en 1947 debió reemplazar a Anthony Quinn y luego a Marlon Brando, con sendas convalecencias, en la producción en Broadway de «Un tranvía llamado deseo» de Elia Kazan, el mismo director que tres años después lo lanzaría a la gran pantalla con «Panic in the streets» (1950).
Hijo de un minero de extracción, a fines de la década de 1930 se lanza bajo el seudónimo de Jack Brazzo a una carrera en el boxeo profesional que le depara varios éxitos: además de ganar sus primeras 15 peleas, 12 de ellas por nocáut, logra un palmarés de 18 triunfos en 20 combates.
Palance dejó el boxeo profesional para ingresar en las fuerzas armadas en los primeros años de la década de 1940. Tras participar en la segunda guerra mundial, entró en la Universidad de Stanford de California, donde se licenció como dramaturgo en 1949.
Fue en estos años cuando empezó a probarse sobre las tablas, pero sin abandonar del todo sus obligaciones en el combate, por lo que se hizo piloto profesional de bombarderos.
Tras dejar las filas del ejército y antes de encontrar sus grandes oportunidades como actor, Palance trabajó desde vendedor de helados, profesor de natación, guardaespaldas e incluso periodista. Hasta que sube a las tablas de Broadway y un día lo descubre el director Elia Kazan, quien quedó impresionado por «un rostro que solo una madre podría amar».
Es entonces que empieza a delinearse su imagen de «villano» en cintas como «Arrowhead», «Man in the Attick» o «Sign of the Pagan».
En 1955, Robert Aldrich le concede su primer papel psicológico en «The Big Knife» donde mostró otra faceta de su talento.
Durante la década de los años 1970 atravesó un periodo difícil por haberle dado la espalda a numerosos proyectos de Hollywood, a quien no le perdonaba haberlo encasillado en papeles de villano.
El rostro angulado y la barbilla marcada le daban a Palance un aire misterioso con el cual era capaz de erizar la piel con su mirada fija.
Pese a otros intentos, gracias a papeles de directores como Stuart Heisler o su trabajo en el «Le mépris» de Jean-Luc Godard en 1964, siempre se vio obligado a seguir aceptando los papeles del malo.
Luego de varias producciones italianas de poco destaque, Palance tuvo un regreso notable con «Bagdad Café» de Percy Adlon (1987) y «Batman» de Tim Burton (1988).
Misántropo al igual que su amigo Lee Marvin, Palance vivía aislado en su rancho de California y dedicaba su tiempo a la pintura y a sus hijos. Su última aprición en la pantalla fue en 2005 para una serie de televisión.