El fallecimiento del ex primer ministro turco Bulent Ecevit, a la edad de 81 años, ha enlutado sin distinción a todas las clases políticas de Turquía, donde la prensa rinde homenaje a un hombre considerado una «leyenda» y un ejemplo de probidad.
Ecevit murió a las 22H40 locales (20H40 GMT) del domingo a causa de una insuficiencia respiratoria y circulatoria en un hospital militar de Ankara donde había permanecido durante 172 días a raíz de una hemorragia cerebral.
El antiguo dirigente de la izquierda nacionalista había sido hospitalizado de urgencia el 18 de mayo, justo después de asistir al funeral de un magistrado asesinado por un joven abogado por motivos islamistas.
El miércoles, sus restos serán inhumados en una ceremonia de Estado en la capital turca.
Ecevit abandonó la política cuando su partido, la Izquierda Democrática (DSP), perdió de forma estrepitosa las elecciones de noviembre de 2002.
El hundimiento de la coalición gubernamental, que había dirigido desde 1999, unido a su delicado estado de salud, acabaron por poner punto y final a una carrera de más de 40 años, que le llevó a ocupar el cargo de primer ministro en cinco ocasiones.
Desde su derrota en las urnas, motivada sobre todo por dos crisis económicas, Ecevit se había aislado de la vida en sociedad junto a su esposa, Rahsan, quien protegía celosamente su intimidad. La pareja no tenía hijos.
El veterano de izquierda fue un ferviente defensor de los principios laicos instaurados por el fundador de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Ataturk.
De talla menuda y sonrisa permanente, este hombre bigotudo, a menudo enfundado en un gorro de marinero griego, marcó el rumbo de la política turca.
Apodado «Karaoglan» (un término afectuoso equivalente a «chico negro»), se vio influenciado por el impulso izquierdista de los años 70.
Se convirtió por primera vez en jefe de gobierno al asumir la dirección de una coalición junto a a los islamistas del ex primer ministro Necmettin Erbakan.
El idilio duró diez meses, durante los cuales Ecevit ordenó la intervención militar de Chipre (1974), tras el golpe de Estado de los nacionalistas grecochipriotas dirigido a anexar la isla a Grecia.
Por esta maniobra audaz fue conocido tanto en el extranjero como en su país, donde lo pasaron a llamar «el conquistador de Chipre».
También se encontraba a la cabeza del gobierno cuando, en 1999, el jefe rebelde kurdo Abdulá Ocalan, enemigo número uno de Turquía, fue capturado en Kenia.
Pero lo que seguramente llevó a los turcos a cerrar filas en torno a su primer ministro durante tantos años fue su reputación de hombre honesto, una calidad poco frecuente en una clase política salpicada por la corrupción.
El lunes, el diario Vatan subrayaba que «nunca nadie se atrevió a poner en duda su honestidad y elegancia», mientras que el Hurriyet lo resumía así: «Una paloma levantó el vuelo».