La de Guatemala ha sido una historia de infamia. El presente está sostenido por un pasado que contiene autoritarismo e injusticia. La desigualdad de hoy se fraguó en el ayer, y en este sentido uno no es muy distinto del otro, lo que ha cambiado son las formas, las figuras, los mecanismos. El tiempo ha transformado las vestiduras del dominador y ha fijado los atavíos al dominado, la lógica es vertical, se aspira a ejercer poder y dominación sobre la mayoría, para el enriquecimiento de una minoría.
La noción que impera es la de ser patrono y mandar, por lo tanto se aspira a ser dueño, se desea la propiedad o ser propietario. Hemos construido una sociedad a partir de la lógica maniquea de elegidos y desechables. Esta forma de construirnos como sociedad es la que permite descubrir verdaderas estampas de oprobio que reflejan lo antes indicado. En estos días de convivio, las anécdotas que se comparten y los sesudos análisis para reparar este país, rebalsan y aderezan esas reuniones. Un amigo relataba en medio de una de esas tertulias de manera sorprendida, que había leído en un periódico local una pequeña nota que anunciaba la venta de una iglesia evangélica con todo y feligreses, seguramente el oferente sería el pastor del recinto. Ante este relato, otro amigo le contesta de manera indignada con un dato histórico que confirma mi tesis inicial. Este nos recordaba que en época del siglo diecinueve, las fincas especialmente las de café, se vendían con todo y mozos colonos, supongo que esas ventas se dieron aún en el siglo veinte. Mozos y cristianos son tratados como objetos en venta, unos antes y otros después, los primeros subsumidos en una esclavitud del trabajo forzoso y los segundos autoesclavizados por su fe. Sobre la labor de los mozos se forjaría la oligarquía cafetalera que luego daría lugar a la forma seudoempresarial de la oligarquía del presente. Sobre la alienación de los millones de cristianos que acuden a mil y una iglesias sobre todo protestantes, se construyen verdaderos emporios de rédito millonario, eso incluye megainfraestructuras y ciudades de Dios en la tierra. Vender la propiedad inmueble de la finca con todo y fuerza de trabajo tenía de por medio la concepción de considerar al trabajador como un esclavo. La figura ideológica que amparó este acto de abuso se fundó con la compensación que otorgaba la Corona española al conquistador o descendiente de éste, como pago por su involucramiento en la empresa de la conquista, fue llamada como sabemos, la Encomienda. Este mecanismo autorizaba al otorgado con el poder poseer a las tierras pero también a personas, en este caso conglomerados de indígenas. Generalmente el pastor de la iglesia desarrolla un poder embestido por una entidad que todos creen. A partir de esa relación, se crea una moral religiosa que generalmente funciona como un chantaje fino que promete el cielo en la tierra, a cambio de la entrega de todo. Generalmente en escenarios de precariedad cultural y material es donde la religión cae como semilla en tierra fértil, el pastor posee literalmente la vida de los feligreses y los conduce por la senda que él indique.
No es casual pues que en estas latitudes cundan las iglesias de cualquier tipo en cada esquina, como tampoco lo es descubrir las condiciones adversas en el régimen de tenencia de la tierra, en donde como ya sabemos, pocos tienen casi todo y la mayoría casi nada. En ocasión del principio de un nuevo año y un nuevo gobierno, conviene recordarnos de qué calaña están forjadas las fibras de esta sociedad que mantienen un presente amarrado por su historia irresuelta.