Movilización para salvar a Kenia del caos mientras aumentan las ví­ctimas


Unos hombres permanecen parados frente a un cartel proselistista del presidente reelecto Mwai Kibaki. Simpatizantes del lí­der opositor Raila Odinga no han aceptado la derrota, por lo que han creado intensas protestas que han terminado en saldo violento.

Mediadores internacionales y lí­deres de la sociedad civil se movilizaban hoy para encontrar una solución pací­fica a la crisis en Kenia, donde los disturbios post-electorales viraban a la guerra tribal, con decenas de miles de desplazados y cientos de muertos.


El desacuerdo sobre el resultado de las elecciones del 27 de diciembre hizo estallar la peor oleada de violencia registrada en Kenia en los últimos 25 años, causando más de 300 muertos y paralizando la mayor economí­a del este de ífrica.

«Lo que he visto es inimaginable e indescriptible», afirmó el director de la Sociedad de la Cruz Roja keniana, Abas Gullet, tras haber visitado ayer algunas de las áreas más afectadas en el oeste del paí­s.

«Esto es un desastre nacional», declaró a los periodistas. «En el área que visitamos hay aproximadamente unos 70 mil desplazados», afirmó.

Imágenes de video tomadas por grupos humanitarios desde el aire mostraban cientos de casas y granjas en llamas y retenes de carreteras cada 10 km en los que se dejaba o no pasar a la gente en función de su pertenencia tribal.

Responsables ugandeses informaron de que cientos de miembros de la tribu a la que pertenece el presidente reelecto, Mwai Kibaki, cruzaron la frontera procedentes de Kenia por temor a ser asesinados por la multitud leal al lí­der opositor derrotado, Raila Odinga.

Kibaki, de 76 años, juró el cargo el pasado domingo pese a las acusaciones de fraude, lo que llevó a Odinga a afirmar que el paí­s tiene un presidente ilegí­timo.

Ayer, por lo menos 35 niños y adultos que se refugiaban en una iglesia cerca de la ciudad de Eldoret (oeste) fueron quemados vivos por una muchedumbre enfurecida en uno de los peores episodios de violencia desde las elecciones.

Kibaki pertenece a la mayor tribu de Kenia, los Kikuyu, y Odinga a la segunda, los Luo.

La violencia ha adquirido tintes de enfrentamiento interétnico.

«Una tribu ataca a la otra de un modo que se puede perfectamente describir como limpieza étnica», afirmó un alto responsable policial que pidió mantener el anonimato.

Esta violencia interétnica es inusual en Kenia, un paí­s generalmente considerado como un remanso de democracia y estabilidad en la región.

La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, y el secretario de Relaciones Exteriores británico, David Miliband, emitieron hoy un comunicado conjunto en el que llamaban a los lí­deres polí­ticos de Kenia a poner fin a la violencia y entablar el diálogo polí­tico.

«Llamamos a los lí­deres polí­ticos a comprometerse en un espí­ritu de compromiso que ponga en primer lugar los intereses democráticos de Kenia», dijeron, al tiempo que pedí­an un «futuro unido y pací­fico» para el paí­s.

El gran diario keniano Daily Nation publicó un llamamiento a toda página titulado «Den una oportunidad a la paz y al diálogo» firmado por dos kenianos, un diplomático mediador en la paz en Somalia y un general que participó en un acuerdo de paz en Sudán.

Con más de 120 personas muertas entre ayer y hoy, el balance de ví­ctimas mortales ascendió a 316, según un recuento a partir de la información de la policí­a y los depósitos de cadáveres.

En un intento por intensificar la presión internacional sobre Kibaki, varios observadores europeos afirmaron que el proceso electoral en Kenia no cumplió con los estándares internacionales y pidieron que se realice un recuento independiente de los votos.

También Kibaki, que durante su primer mandato de cinco años fue alabado por mantener la estabilidad y el desarrollo económico en Kenia, llamó a consultas polí­ticas entre los lí­deres polí­ticos.

Pero Odinga, de 62 años, ex preso polí­tico que encabezó casi todos los sondeos preelectorales, afirmó que sólo dialogarí­a una vez que el presidente haya reconocido el fraude electoral.

Amenazas


Las revueltas que sacuden Kenia desde las elecciones generales del 27 de diciembre amenazan con afectar duramente a la economí­a de un paí­s que hasta la fecha registraba un fuerte crecimiento, lo cual perjudicarí­a a toda la población, desde los habitantes de los suburbios hasta los directores de empresas.

Generalmente considerado como un paí­s polí­ticamente estable y abierto a las inversiones extranjeras, Kenia presume de una tasa de crecimiento que pasó del 3%% en 2003 al 6,1% en 2006, y el gobierno cuenta con un crecimiento del 6,5% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2007, según el Instituto keniano de Estadí­stica.

Las sangrientas revueltas que dejaron al menos 299 muertos tras las controvertidas elecciones generales del 27 de diciembre han sumido al paí­s en una profunda crisis, cuyos efectos ya se dejan sentir en la economí­a nacional.

En Kibera, el suburbio más grande de Nairobi, estas consecuencias fueron inmediatas. «No hay agua ni electricidad desde hace una semana, ahora ya no tenemos nada para comer», declaraba Rose, de 24 años, madre de dos niños.

No lejos de su casa, el mercado Toi fue totalmente devastado por los agitadores. «Habí­a 3 mil comerciantes aquí­, y otras 3 mil personas empleadas en el mercado. Si cuentas a sus familias y a los clientes, 200 mil personas dependí­an de este sitio», explica el presidente de la asociación de comerciantes del mercado, Ezechiel Rema.

Millones de 'shillings' (la divisa keniana) de alimentos y ropa se convirtieron en humo el domingo por la tarde cuando los agitadores incendiaron los puestos pertenecientes a miembros de la etnia kikuyu, de la cual es descendiente el presidente Mwai Kibaki.

Con la sucesión de dí­as de fiesta y los disturbios electorales, toda la economí­a del paí­s se encuentra paralizada desde hace una semana. La escasez de carburante comienza a amenazar a Kenia, pero también a paí­ses vecinos como Uganda.

La mayor parte de las importaciones de paí­ses de la región de los Grandes Lagos africanos transitan por el puerto keniano de Mombasa, también paralizado.

Frente a esta crisis, los miles de negocios kenianos no ocultan su inquietud. «Tanta violencia no augura nada bueno para los negocios, pues trae consigo costes suplementarios y desaliento en las inversiones», comentaba en una reciente conferencia de prensa la presidenta de la asociación keniana de empresas, Betty Maina.

Según el analista en jefe del banco Standard Chartered, Razia Khan, el shilling y los valores kenianos podrí­an conocer un frenazo brutal si la violencia no disminuye o no se alcanza un compromiso polí­tico.

La crisis amenaza también directamente al sector del turismo, en plena expansión. Los ingresos del turismo, gravemente afectado tras los atentados de Al Qaida en Kenia en 1998 y 2002, pasaron de 190 millones de euros en 2002 a 617 millones de euros en 2006.