Los morteros rugían hoy en Bagdad, donde las fuerzas iraquíes y norteamericanas luchaban contra los insurgentes en un bastión sunita después de que el presidente estadounidense, George W. Bush, urgió a los estadounidenses a apoyar su nuevo plan de seguridad.
Las tropas iraquíes y estadounidenses apoyadas por los disparos de helicópteros Apache dieron inicio a la «Operación Tomahawk Ataque 11» en la calle Haifa, indicó el ministerio de Defensa de Irak.
El bastión árabe sunita fue blanco de otras tres batallas este mes, incluida una el 9 de enero que involucró a mil militares estadounidenses e iraquíes y en la cual murieron 50 insurgentes, según fuentes de defensa de Irak.
El miércoles, el eco de la artillería constante de ametralladoras y morteros se escuchó durante tres horas, seguida por una tregua y luego por el fuego esporádico de armas livianas y pesadas.
El área fue sacudida por una fuerte explosión hacia las 12H35 (09H35 GMT).
Un comunicado militar estadounidense indicó que la operación incluía «blancos precisos para perturbar la actividad ilegal de las milicias y ayudar a Irak a restaurar el control de las fuerzas de seguridad en el área».
La ofensiva no tuvo sólo como blanco a insurgentes sunitas, sino que «fue dirigida a aislar a todos los insurgentes activos y tomar control de este sitio clave del centro de Bagdad», indicó el comunicado.
Seis «terroristas» y otros tres sospechosos fueron arrestados y grandes cantidades de armas fueron incautadas en el liceo Al Karj, en la calle Haifa, indicó una fuente del ministerio de Defensa.
La batalla comenzó sólo horas después de que Bush pidiese a un público estadounidense harto de la guerra una oportunidad para su estrategia en Irak, y de que advirtiese que una derrota implicaría una «batalla épica» en todo Oriente Medio.
«Para Estados Unidos, es el escenario de una pesadilla. Para el enemigo, es el objetivo», dijo en su discurso anual sobre el estado de la Unión, pronunciado en el Congreso.
Dos semanas después de develar su nueva estrategia, que se basa en el envío de 21.500 militares más a Irak, el presidente no cedió ante sus críticos y urgió a los legisladores y a la ciudadanía: «Dénle una oportunidad».
Pese a que su popularidad registra una baja récord, según los últimos sondeos, y que muchos estadounidenses dudan que puedan ganar la guerra, Bush insistió en que «en este día, a esta hora, aún tenemos la capacidad de definir el resultado de esta batalla».
«Así que permítannos hallar nuestra determinación, y encaminar los hechos hacia la victoria», pidió.
En Bagdad, la operación de la calle Haifa pareció destinada a comunicar en Estados Unidos la firmeza de Bush y del debilitado primer ministro iraquí Nuri Al Maliki para ganar control sobre los insurgentes y las milicias que han alimentado la violencia confesional durante casi un año, matando a miles de iraquíes.
La calle Haifa está a unos dos km de la fortificada Zona Verde, sede del gobierno iraquí y de la embajada estadounidense.
Mientras, al sur de la capital, el ministro iraquí de Educación Superior, Abed Dhiab Al Ujaili, sobrevivió a una emboscada cuando se trasladaba en una caravana de coches al trabajo, pero uno de sus guardaespaldas murió, dijo una fuente de seguridad.
En el norte de Bagdad, las fuerzas estadounidenses hicieron una redada en un «conocido refugio terrorista» y capturaron a tres terroristas, pero mataron a un niño de 12 años.