Quisiera pasarme de largo, septiembre, y saltarte de un solo, de agosto a octubre. Pero sé que no puedo, mes de dolores muy personales.
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Te busco escribir siempre en minúsculas, por esas dolencias que me infliges. Y cuando puedo, te esquivo; casi ni te signo y olvido tu contraseña.
El dos de septiembre, hace ya veinte años, a las 13 horas exactamente, cuando estaba terminando la segunda emisión de Guatemala Flash, septiembre ingrato, cerraste los ojos de mi padre. Y para siempre, lo depositaste en la tierra…
Por estas fechas, cada año recuerdo lo insondable que representa haber perdido a Ramiro Mac Donald Blanco, ese día dos. Pasan los años, y no te puedo absolver. Es cierto que acepto -resignado- no volver a tenerlo cerca, para abrazarlo. Pero me sigue punzando el espíritu, todo este mes que tú transcurres, septembrinamente doloroso.
Eres un mes infrecuente, eso me impide celebrar estas fiestas ¿hipócritas? de independencia falsa; esas que todos los guatemaltecos adornan con banderitas de colores, pero sin compromisos reales y con ausencia de auténtico nacionalismo. ¡Pura fantasía barata! Que fácil es sentirse «chapines» estos 15 días nada más y viviendo en una patria dividida eternamente. Entonces, septembrinamente, lo confirmo: me afliges con tanto fingimiento.
Eres un tiempo de angustias, de malestares. Recuerdo que hace algunos años, a mitad de septiembre, a plena luz del día, unos ladrones violaron mi casa y se robaron varios electrodomésticos. Lo peor: se llevaron, entre muchas cosas, poemas y escritos de años, nunca recuperados, que viajaban el disco duro en una computadora vieja. No te perdono, esa pérdida de mi memoria, de mis letras, de mis cuitas.
Desde que te acercas, estrujas mi corazón y quiero olvidar tu nombre. Y cuando te vas, me alegra que te alejes llevándote mis sufrimientos más íntimos. Y aún sobrellevo todos estos días que me faltan para tu partida, recordándome cada hora, tu nombre, innombrable, para mis reminiscencias.
¡Qué decir del día 11 para el mundo! Unos recuerdan a Salvador Allende y otros, las Torres Gemelas de Nueva York. Yo quiero rememorar que en 1541 sepultaste de dolor, la capital del reino de Guatemala. ¡Cobrando sangre desde siempre!
Solo por un día, septiembre, te dejo recorrer mis venas libremente, respirar entre mis pulmones viejos y latir junto a éste mustio corazón: porque me obsequiaste una bella e inteligente niña, que ahora es mujer plena. Solo por eso, septiembre de muerte, de farsas, te conviertes en vida y renaces en mis esperanzas fallidas? de todos estos días en que te nombro, pero quisiera olvidarte.
Y buscando encontrarle a mis padecimientos septembrinos un sentido, tal vez podrías cristianizarte en el dolor que me causas y poder considerarte como donativo de Dios, para que humildemente encuentre, algún día, la interpretación correcta de estos vericuetos tan vitales.
Te escribo en minúsculas como resarcimiento y para castigarte con mi desprecio, buscando aliviar este ánimo fracturado, en especial por la muerte de mi padre. Que en paz descanse Ramiro Mac Donald Blanco, fallecido un 2, hace ya 20 años