Montañeses viven como en la Edad de Piedra


La democracia, que es, al menos en teorí­a, un régimen polí­tico en el que el pueblo ejerce la soberaní­a y, empleando otra definición, es a la vez una doctrina polí­tica favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, pero en la realidad en cueros fácil es comprobar en paí­ses como el nuestro que tal sistema presenta varias caras y, parecer como que lo echaron al mundo para beneficiar a la gente de los centros urbanos, mas no, casi, casi, a la pobrerí­a de las montañas y de otros lugares rurales.

Marco Tulio Trejo Paiz

Y decimos eso porque en los no pocos años que llevamos de ejercer el periodismo hemos recorrido todos los departamentos y, también, casi todos los municipios en que está dividido el territorio nacional.

Es así­ como hemos tenido oportunidad de ver con propios ojos y de oí­r con propios oí­dos lo que realmente acontece en relación con las condiciones que vive la población en los ambientes urbanos y rurales.

En algunas ocasiones hemos escalado terrenos montañosos que han sido poblados por hombres, mujeres y niños pobres, muy pobres en su mayorí­a

Es un verdadero drama social sumamente conmovedor el que se expresa en las montañas del sur, principalmente.

En esos encumbrados y enmontados lugares las carencias de lo vital para los seres humanos se acercan a lo total, a lo absoluto. Son unos de los aspectos oscuros y propios de la injusticia social que tanto cacarean con promesas de combatirla, de atenuarla o de resolverla los farsantes de la politiquerí­a.

Al incursionar en áreas montañosas de la geografí­a del cotarro nos hemos dado cuenta que hay miles y miles de humildes compatriotas que no tienen suficientes «alimentos» para comer tres tiempos al dí­a. Carecen de todo. Apenas disponen de unas dos o tres tortillas y de un poco de frijoles para burlarse y espantar el hambre…

Visten asimismo, esos guatemaltecos que cubren sus cuerpos, notoriamente esmirriados, con ropas tan sucias como la conciencia de los maleantes y de los politiquientos «engañabobos» del famoso partidismo.

¡Qué infortunio más infortunado el de los moradores montañeses!, valga el pleonasmo. Cuando los azotan las enfermedades se «curan» con hierbas medicinales. Digamos medicinales. Ni siquiera conocen los Centros de Salud que funcionan no sin problemas en otros lugares, pues quienes los atienden se viven quejando de no tener medicamentos, mucho menos los equipos que se necesitan para prestar los servicios pertinentes, aun los de emergencia.

Ni más ni menos, los «campiranos» que para disponer de cualquier techo se han visto obligados a escurrirse hacia las montañas del sur y de otras regiones del paí­s, viven como muriendo en plena indigencia y abandonados a su suerte por el papá Estado, pero eso ni siquiera importa un comino a los politicastros politicantes y politiquientos que sólo saben satisfacer su vanidad y dar rienda suelta a sus ambiciones de medro desenfrenadamente, incluso con actos de corrupción que por lo regular se quedan sin esclarecer, sin castigo de los responsables.

Eso sí­, la mayorí­a de los zánganos de la colmena que inundan el recinto parlamentario y demás «endividuos» marrulleros que están prendidos en las tetas del presupuesto nacional, olvidan sus prédicas cargadas de promesas demagógicas que hicieron en la campaña electoral ante el incauto y relegado Juan Pueblo como «redentores» de las masas desastradas. Ahora que están como a reventar en lo económico y en lo estomacal, ven las necesidades de la pobrerí­a obrero-campesina ¡Como cuando ven el cadáver de una mosca!…

¡Pero que siga la parranda larga en la dadivosa y frondosa burocracia y que viva la Pepa aunque sucumba en miseria el abandonado y anémico Pepe!!!