Monseñor Gerardi, DIEZ AÑOS SIN í‰L


En 1998, dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz, un brutal crimen conmocionó al paí­s por completo: una vez más el Estado se veí­a debilitado por las fuerzas oscuras de un pasado que no habí­a quedado tan atrás.

Gerson Ortiz
lahora@lahora.com.gt

Era el 24 de abril de ese año; monseñor Juan José Gerardi Conedera, director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG), presentaba el informe Guatemala: Nunca Más, en el que a través de testimonios responsabilizaba de forma directa al Ejército, a las patrullas civiles patrocinadas por el Estado y a los escuadrones de la muerte del 90 % de las violaciones de los derechos humanos durante el conflicto armado interno. Dos dí­as más tarde, el 26 de abril, monseñor Gerardi fue brutalmente asesinado: mientras entraba en su casa en la parroquia de San Sebastián, fue golpeado en el rostro con un bloque de hormigón.

Tres años después, el 8 de junio de 2001, los tribunales establecieron la existencia del delito de ejecución extrajudicial contra Gerardi y responsabilizaron como autores mediatos a los militares: coronel Byron Lima Estrada, capitán Byron Lima Oliva y al ex especialista del Ejército Obdulio Villanueva; el sacerdote Mario Orantes Nájera fue identificado como cómplice. La condena: 30 años de prisión.

Han transcurrido diez años del asesinato de Gerardi y a pesar del tiempo ¿que sigue significando, a diez años de su muerte, la figura del obispo y el trabajo que realizó?

Gerardi: memoria viva

Nery Rodenas, de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, refirió que el caso del asesinato de Gerardi sigue siendo hasta hoy «emblemático» y añadió que es en él donde se concentra toda la lucha que han realizado los guatemaltecos para alcanzar la paz y la reconciliación de este paí­s.

«Gerardi denunció todo lo que se oponí­a al plan de Dios en lo que respecta a la protección de la dignidad de la persona; por eso ha sido llamado el mártir de la paz y de la verdad», expresó Rodenas.

El entrevistado indicó finalmente que dentro de los sectores involucrados en el asesinato de Gerardi hubo uno que veí­a con muy malos ojos el trabajo de la Iglesia y obviamente buscaba: silenciar, generar miedos y evitar procesos; «el asesinato procuró no sólo desacreditar la figura del obispo sino el trabajo que este realizó a favor de los derechos humanos y de la paz», enfatizó.

Un crimen de Estado

Carmen Aí­da Ibarra, de la Fundación Myrna Mack, expuso que el crimen contra Gerardi significó serios problemas para el gobierno de ílvaro Arzú y en especial para el Estado Mayor Presidencial, así­ como desgaste y deterioro para el paí­s a nivel internacional y un regreso para la Iglesia Católica que sufrió otro golpe, esta vez en su jerarquí­a.

La entrevistada agregó que escudriñar el pasado, tanto en tiempos de conflicto armado como en el tiempo actual significaba «una sentencia a muerte, el exilio o la tortura».

«Actualmente cuando ya no hay conflicto armado y se supone que estamos viviendo el posconflicto en un supuesto ambiente de paz, todaví­a se dan hechos en los que, cuando académicos o investigadores tratan de documentar realidades que no convienen a grupos de poder local, de alcance nacional o corporativos, son amedrentados por estos», explicó.

Ibarra resaltó el valor y vigencia que el informe del Remhi tiene actualmente ya que actualmente existen juicios en el paí­s y en el sistema interamericano en el que éste constituye una prueba documental incluso en el propio caso Gerardi.

«En el caso Myrna Mack, la Corte Interamericana de Derechos Humanos validó totalmente los informes en los que Gerardi trabajó; y ahí­ está el legado de Gerardi y si los asesinos querí­an evitar la difusión del proyecto del Remhi pues fracasaron», manifestó.

Vigencia de su labor

Otilia Lux de Cotí­, académica y lí­der indí­gena, se refirió a la vigencia del informe Recuperación de la Memoria Histórica, elaborado en vida por Monseñor Gerardi y aseguró que esa presencia «toma prácticamente un camino cuando quienes están en puestos de decisión, por ejemplo en el Congreso, toman la ley marco de los Acuerdos de Paz para formular iniciativas de ley» y añadió que desde el punto de vista de organizaciones está aún más vigente.

«Existe una validez en este estudio sobre todo por las recomendaciones que éste dejó como un legado para la sociedad», enfatizó.

Lux consideró que el informe del Remhi «puso a disposición del paí­s y del mundo lo sucedido en Guatemala, pero no es todo lo que sucedió porque hubo poco tiempo y recursos, así­ que se puede tomar como la base general, pero es un gran referente y sirve para hacer investigaciones especí­ficas, pero otros estudios pueden ratificar lo que dijo el Remhi y la Comisión del Esclarecimiento Histórico», declaró.

La experta manifestó que hay sectores que se oponen a la difusión de los documentos en los que Gerardi trabajó; «en el aniversario de su asesinato se puede evaluar pero también se debe recomendar que se siga dando a conocer las atrocidades del Estado sucedidas durante el conflicto armado porque es a eso a que se refiere la memoria histórica, a conocer», subrayó.

Clara Arenas. Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales

«Lo que a diez años podemos enfatizar es la figura de Monseñor Gerardi como la figura de una Iglesia comprometida con la historia del pueblo, tanto que se lanzó a hacer un proyecto propio de recuperación de la memoria histórica que le costó la vida».

Mario Polanco. Grupo de Apoyo Mutuo

«Para mí­, él es aún hoy en dí­a un sí­mbolo de la lucha por la verdad, un sí­mbolo de la paz y de la democracia, esa que todaví­a falta concluir en el paí­s; y hay que reconocer que su caso es paradigmático y evidencia las violaciones a los Derechos Humanos en Guatemala».

Daniel Pascual. Comité de Unidad Campesina

«Para el CUC en general su recuerdo más claro es de cuando fue obispo de Quiché en los 70 y hubo religiosos que participaron para fundar el CUC y él fue uno de ellos y tanto nosotros como otros sectores sentimos el profundo vací­o que dejó».

Sandino Asturias. Centro de Estudios de Guatemala

«Es un luchador en esencia de los verdaderos valores cristianos y su vida la dedicó a eso y sufrió esa consecuencia. Reflejó a través de su informe el costo social que tuvo la guerra y la polí­tica de terror del Estado a través de la expresión de las ví­ctimas y muere en manos de los que quieren callar la verdad que defendió.

Sergio Morales, procurador de los Derechos Humanos

«Es la esperanza de la paz; realmente la verdad que él presentó tení­a como objetivo que la gente tuviera eso como un recuerdo para que no se produjeran de nuevo los horrores de la guerra en el paí­s. Les dio la oportunidad a las ví­ctimas de expresarse sobre lo que vivieron».

Rúben Darí­o Morales, diputado del PAN

«A pesar de que no soy católico sino evangélico tengo profundo respeto por él, como ser humano y como un lí­der de la Iglesia Católica porque identificó los problemas de la gente más necesitada del paí­s. No es un arzobispo ni religioso sino un lí­der que trabajó por la justicia, la verdad y la democracia».

Nineth Montenegro, diputada de Encuentro por Guatemala

«Significa la búsqueda de la justicia y la verdad y la prueba de que en Guatemala quien trata de ser justo y hablar con la verdad cae en el blanco de las balas asesinas que no respetan la vida de los justos».

Roxana Baldetti, diputada del Partido Patriota

«Creo primero que fue un hombre que ayudó de verdad al prójimo y a esclarecer una parte de la historia que aun a diez años de su muerte sigue inconclusa porque no se ha podido llevar a los tribunales a los responsables del genocidio; además a diez años de su asesinato las cosas están igual a como las dejó».

Héctor Nuila, diputado de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca

«Sigue y seguirá significando la memoria y la verdad histórica, que van bien conjugadas, sigue significando que fue alguien sacrificado de esa manera por sus principios. Pudo publicar algo que nadie va a poder borrar y que es un punto de respaldo para el resarcimiento que el Estado les tiene que dar a las ví­ctimas de la represión. La vigencia que tiene su trabajo es que va a seguir sirviendo para que el esclarecimiento llegue a ser una realidad».

Mario Taracena, diputado de la Unidad Nacional de la Esperanza

«Para la UNE en general es uno de los sí­mbolos y es visto como un defensor de los derechos humanos en el paí­s y una de las figuras que más extrañamos; su participación serí­a importantí­sima en la coyuntura del paí­s».

Rí­os Montt, actual diputado del FRG

«Yo sé lo que es tener entendimiento y claridad del trabajo espiritual que los sacerdotes hacen y él fue un ser humano que se dedicó a predicar la palabra de Dios desde el punto de vista espiritual, pero desde el punto de vista material yo no tengo conocimiento y no encuentro ninguna conexión».

Mauro Verzeletti. Pastoral de Movilidad Humana

«Es un signo de vida para la iglesia de Guatemala por lo que Gerardi ha aportado a través del Remhi y ha puesto a la luz del dí­a la represión vivida durante la guerra mientras actuaba pastoralmente como obispo en nuestro paí­s; su figura es la de una persona valiente que trabajó para el bien de los más pobres y excluidos».

Leopoldo Zeissig, ex fiscal del caso e investigador del PDH

«Una persona que siempre demostró con sus actos creer firmemente en la paz y en la reconciliación de los guatemaltecos, su trabajo pastoral, en la Iglesia y su testimonio de vida hablan por sí­ mismos».

Frank La Rue, ex director de Copredeh

«Es el ejemplo del buen pastor para su pueblo, porque el buen pastor es el que da la vida por su rebaño y a diez años la memoria de él nos deberí­a inspirar, dio su vida por el evangelio y por trabajar por los pobres y debe y merece ser recordado y honrado porque su ejemplo es válido hoy como hace diez años»