Habrá que ver lo que finalmente sucede con las protestas españolas de los últimos días tras la abdicación del rey Juan Carlos de España. Después de más de 35 años de reinado, don Juan Carlos abdicó a favor de su hijo el príncipe Felipe. Muy probablemente la monarquía parlamentaria no cambie su estructura y continúe tal y como hasta ahora. Pero existe el miedo en el ámbito político de lo que pudiera provocar un levantamiento popular que derive en cambios legales que desarmen o cambien radicalmente el sistema monárquico actual. Todos los reales del mundo, vivieron con atención los acontecimientos de la llamada primavera árabe desde finales del 2010 y aquellos previsores pusieron sus barbas en remojo.
Muchos analistas coinciden en decir que la decisión de don Juan Carlos ha sido una movida estratégica magistral en defensa del régimen y el status quo precisamente porque la situación política y social de España no pasa por su mejor momento. A don Juan Carlos se le conoce y conocerá siempre como el rey que restableció la democracia en España pero luego de eso el tiempo fue pasando y las generaciones olvidándolo a tal punto que el día de hoy su popularidad no es ya garantía suficiente para la casa real. Don Felipe en cambio cuenta con la juventud necesaria para agradar al mercado político más sofisticado y joven del que se compone la población española de hoy.
Existen todavía monarquías en distintos países europeos y en todos ellos ha perdido la monarquía el poder absoluto con el que contaban en el pasado, pero en el caso de España e Inglaterra la institución monárquica sigue siendo importante y poderosa, lo suficiente como para que los escándalos de la vida personal de los reales ocupe buena parte de la prensa sensacionalista del mundo. A pesar que el poder y por ende la forma de vida de los reales no es la misma del pasado, la mayoría de españoles entiende hoy en día que existen muy pocas razones para seguir manteniendo con sus impuestos a la casa real. Las leyes de hoy les permiten opinar acerca de la forma de actuar de los reales, opiniones que antes no eran permitidas por la opresión monárquica y porque además los ciudadanos no eran tales sino súbditos obedientes y no beligerantes.
Siempre me preguntaré cómo es que pueblos tan sofisticados y modernos como los europeos siguen soportando con sus hombros ese andamiaje soberbio, glotón y despilfarrador de la monarquía. Parece extraño que sociedades que hoy en día discuten la diversidad sexual, el libre uso de las drogas, los derechos laborales, el derecho al aborto y el matrimonio entre homosexuales mantengan casi intacta una estructura aberrantemente antiprogresista como considero al sistema de monarquía.
Me parece que en los próximos días estaremos ante la coronación del último rey de España porque dentro de unos años quedará muy poco de aquellas generaciones obedientes que no hacían más que agachar la cabeza ante su majestad. Si su padre trajo al pueblo la democracia, Felipe solo le superará llevando a España la ansiada república.