Desesperado por sus problemas, Ramón Vespacio se dirigió a un barranco; había tomado la decisión de suicidarse.
Antes de llegar al abismo, cruzó un campo de juegos, y unos niños que ahí jugaban, lo invitaron a compartir; él aceptó, pensando en que ya no tenía nada que perder -ni que ganar-.
Cuando el juego terminó, los chiquillos lo invitaron a un refresco; uno de ellos le pidió que lo empujara en un columpio.
Al despedirse, todos le dijeron adiós y unos hasta lo besaron; Ramón se sintió muy feliz.
Esos momentos de sencillez fueron suficientes para que Ramón olvidara su decisión y recuperara el amor por la vida.
¡VIVE, TODOS TUS PROBLEMAS TIENEN SOLUCIí“N!