Ver una película estadounidense o india o masticar khat, la hierba tradicional del Cuerno de ífrica, son pequeños placeres que los habitantes de Mogadiscio, la capital devastada de Somalia, han retomado tras la partida de los islamistas, que los consideraban «vicios».
Los «cines», pequeñas salas privadas construidas de cualquier manera, vuelven a funcionar desde que el 28 de diciembre de 2006 los Tribunales Islámicos, que tomaron el poder en julio, huyeron del país. Los milicianos las habían cerrado en nombre de la interpretación de la ley coránica (sharia).
«Reabrimos los cines después de la huida de la capital de los islamistas; las salas forman parte de nuestra vida, ganamos dinero con este negocio», explica Abdi Hasan, propietario de un cine.
Este hombre, que vive en el sur de la ciudad, insiste en la opresión sentida bajo el yugo de los Tribunales Islámicos, que le prohibían ganarse la vida.
Sin embargo, los cines, recalentados por un sol ardiente y con una ’sucia’ reputación por falta de sanitarios, son detestados por los padres que no quieren que sus niños pasen ahí todo el día, en lugar de ir a la escuela.
Hassan Garre, propietario de otro cine, explica que el público, delante de una pantalla puede masticar y fumar khat. Esta planta de pequeñas hojas verde oscuras, causante de efectos de euforia, muy consumida en todo el Cuerno de ífrica y Yemen, también fue prohibida por los islamistas.
El khat, que no se cultiva en una Somalia demasiado árida, llega todos los días en aviones provenientes de las regadas vertientes del Monte de Kenia, que también exporta la droga a Gran Bretaña.
«Pero el hachís y el alcohol están prohibidos en mi cine», precisa.
Los niños pagan mil ’shillings’ somalíes (8 céntimos de dólar) por una sesión de cine estadounidense o indio, la mitad de lo que cuesta un partido de fútbol.
Pero no sólo el séptimo arte ha renacido. Las tiendas que vendían música pirata también fueron prohibidas por los islamistas y ahora han vuelto a abrir sus puertas.
«Hay un sentimiento confuso en lo que concierne a los Tribunales. Según ellos, impusieron (a los señores de la guerra) una paz que parecía imposible, pero yo los rechazo por violación de los derechos individuales», explica Ali Kassim, un vendedor de música.
Pero hay también en Mogadiscio algunos hinchas de los Tribunales Islámicos. «Todo lo que impusieron está estipulado en el Corán», afirma un ex miliciano islamista, que pidió el anonimato.
«Los que se alegran de la reapertura de los cines son pecadores ante Alá», dice este joven, de 22 años.
El mayor reproche a los islamistas es haber impedido a los comerciantes realizar su tarea en un país que, aunque devastado desde hace 16 años por la guerra civil, sigue comerciando con sus vecinos africanos y la península arábiga.