Desde que en 1985 se produjo la llamada apertura democrática tras los gobiernos militares que se sucedieron por medio de fraudes electorales y los dos regímenes de facto que dirigieron los generales Ríos Montt y Mejía Víctores, cada uno de los gobiernos electos popularmente ha tratado de postular a un candidato a la presidencia con el sólido respaldo de todo el aparato estatal y el resultado ha sido exactamente el mismo, es decir, un fracaso rotundo. El único gobierno que no postuló candidato porque no tenía partido y porque el Presidente no fue electo popularmente fue el de Ramiro de León Carpio.
Cerezo, Arzú, Portillo, Berger y Colom confiaron en que el impulso que el poder daría a Cabrera, Berger, Ríos Montt, Giammattei y Torres sería más que suficiente para lograr el triunfo electoral y de esa manera prolongar la hegemonía del partido en el gobierno. Ninguno de ellos escatimó en recursos ni en propaganda oficial y, pese a todo, el resultado electoral fue en todos los casos negativo, con la advertencia de que en el caso de Sandra Torres no pudo participar pese a la formidable campaña porque se probó su impedimento constitucional. Algunos sostienen que la fuerte votación que obtuvo Baldizón tuvo su raíz en el voto que simpatizaba con la que fue primera dama.
Hoy estamos viendo una fuerte campaña publicitaria del gobierno para destacar la figura del ministro de Comunicaciones, Alejandro Sinibaldi, quien es reconocido como el candidato del Partido Patriota para la Presidencia en las elecciones que se han de realizar dentro de dos años. Todos los que le han antecedido han tenido la ilusión de romper con la tradición de derrotas para el oficialismo y no hay razón para que Sinibaldi no piense igual que lo hicieron otros candidatos que tuvieron la bendición del gobierno.
Guatemala es un país en el que se han afianzado algunas tradiciones que no responden a mucha lógica, pero que son constantes en el tema electoral. Quien termina segundo en una campaña termina venciendo en la siguiente y hay candidatos que hoy están trabajando, no para ganar la presidencia, sino para quedar segundos y colocarse en esa posición de ventaja.
El modelo de edificar una opción política desde la plataforma que ofrece el ejercicio del poder no ha funcionado hasta ahora y sin duda constituye un reto de gran envergadura romper con esa especie de maldición que ha pesado sobre todos los candidatos del oficialismo. El tiempo dirá si el modelo probado y recontra probado se mantiene o si llega a su fin.
Minutero:
A ver si el oficialismo
logra dar el campanazo
o si se repite lo mismo
y no logran marcar el paso