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Pasmado al enterarse uno. Según el Instituto Nacional de Estadística, INE, el mínimo vital llega a los dos mil 800 quetzales. ¿Qué demuestra esto? Que la inflación sacude con enorme fuerza a las familias de menores recursos.
Sin desestimar que si están integradas por más de cinco miembros, sobrepasa cualquier cálculo al respecto. En pocas palabras el quetzal perdió 0.34 centavos de valor y su poder adquisitivo rodó cuesta abajo de verdad.
Queda al desnudo cómo pesa el desequilibrio. En tanto los productos, bienes y servicios se elevan, los ingresos reducidos, imposible resistan el encarecimiento desesperante. Aunque los tecnócratas de pacotilla tratan de minimizar el caso ostensible.
Otro golpe artero sobre las espaldas de suyo agobiadas de segmentos poblacionales en su mayoría. Añade dicha información que apenas en un año se incrementó la huidiza canasta básica en Q 200. Y todo apunta que no parará.
A ese ritmo veloz y destructor, la pobreza y extrema pobreza también con su ingrata secuela torna más difícil la vida, con el calificativo de sobrevivencia. Asimismo endosa situaciones más precarias en lo social y económico, no queda duda.
Un panorama desalentador llegó para quedarse. La calamitosa situación se maneja mal desde la cúpula gubernamental, los agentes económicos, hasta la llanura. Cualquier iniciativa, plan o proyecto se pierde irremisiblemente al final del túnel.
Todos sabemos por experiencia que el mundo sigue su marcha, la famosa globalización tiene penegiristas furibundos, incluso el cacareado TLC. Pero en concreto esta sumatoria no vemos que propicie la esperada y soñada cascada.