La Basílica de Guadalupe se convirtió este miércoles en el centro de peregrinación de millones de mexicanos que acudieron a venerar a la patrona de México, símbolo del mestizaje del país, en la conmemoración de las apariciones de la ’Virgen Morena’ al indígena Juan Diego.
Devotos de todo el país, pero principalmente de la capital y del vecino estado de México, confluyeron en el principal templo del país, que resguarda la imagen que, según la tradición, la Virgen de Guadalupe imprimió en las vestimentas del indio el 12 de diciembre de 1531.
Según las autoridades de la delegación Gustavo A. Madero, donde se ubica la Basícilia de Guadalupe de la Ciudad de México, 5 millones de fieles la han visitado entre el martes y el mediodía del miércoles y se esperaba otros 1,5 millones en lo que quedaba del día.
En comparación con las inusualmente vacías calles del centro de la metrópoli, la Calzada de Guadalupe, que conduce hasta la Villa de Guadalupe (conformada por varios templos), amaneció atestada de gente que hacía procesión para acceder al complejo religioso.
Algunos habían realizado largas caminatas, como María del Carmen Vargas, que esperaba pacientemente poder acceder a la explanada junto a siete familiares, tras andar durante siete horas desde Iztapaluca, al norte de la Ciudad de México, «por gusto y por agradecerle a la Virgen por lo que nos ha dado de vida».
Una vez en la explanada de la Villa, los peregrinos que llegan a primera hora de la mañana tienen que ir esquivando las botellas y vasos vacíos que tapizan el suelo así como a los cientos de personas que todavía duermen por todas partes tras pasar la noche sobre el duro suelo del atrio con el abrigo de una simple manta.
Algunos instalaron incluso su tienda de campaña y otros encontraron espacio para descansar en el interior del templo.
Heriberto Aboitez fue uno de los que pasó la noche en el atrio tras caminar junto a con otros 150 vecinos desde San Juan Tezompa, en el estado de México, en un trayecto de once horas.
«Algunos vienen a pedirle a la Virgen», explica, «a hacer ’mandas’», como llaman sus devotos a las promesas a la ’Morenita del Tepeyac’, nombre que recibe la virgen en referencia al cerro donde presuntamente se apareció y junto al cual se yergue la Basílica.
Flor Hernández todavía está agradecida por la petición que le cumplió hace diez años cuando le pidió que regresase su marido, que la había abandonado.
Desde entonces vuelve cada año con una agrupación de danzas prehispánicas desde el estado de Hidaldo (centro) para bailar en honor a ’la Guadalupana’.
«La primera vez mi esposo se fue de la casa y yo sufrí mucho, pero me lo regresó y ahorita vengo a pedirle porque él está muy malito. Le dije: ’ahorita con más ganas te voy a ir a ver y te voy a bailar como nunca porque te pido que me sigas sacando adelante a mi esposo’», explica a la AFP, enfundada en un elegante traje con motivos aztecas.
«Nuestra ’Morenita linda’ es una reina: todo lo que uno le pide se lo concede», celebra.
Como el suyo, otros grupos de danzas prehispánicas y tradicionales se alternan frente a la puerta de la Basílica para rendir tributo a su patrona.
En el interior del templo, los peregrinos pasan por delante del lienzo de Juan Diego con la imagen de la virgen, situada tras el altar y por la que debajo pasan unos caminadores automáticos como los de los aeropuertos, que impiden que los fieles se amontonen bajo la reliquia y entre cuyos pasamanos los feligreses depositan monedas.
A la salida, detrás del recinto hay una talla de la ’Morenita’ a cuyos lados los beatos encienden velas o depositan otras ofrendas.
Juan David Ramírez, de 29 años, se corta un mechón de la cabellera que mantenía larga desde hace casi un año y lo deja junto a las velas. «Una manda que tuve, le pedí que me ayude a salir de un problema de salud este año. Le prometí que me dejaría el pelo largo hasta esta fecha», explica.