El conflicto armado en Guatemala generó una profunda división entre civiles y militares porque durante la guerra fue tal la preeminencia de los segundos y tanto el poder que concentraron, que surgieron inevitables resquemores de uno y otro lado. Resquemores que subsisten y se avivan con la elección de un militar como Presidente de la República y por procesos relacionados con crímenes cometidos durante el conflicto.
La verdad es que esa división tiene que ser superada porque no nos conduce a nada bueno. Civiles y militares tenemos las mismas responsabilidades de cara a la construcción del país que requerimos y obviamente entre unos y otros hay buenos y malos elementos. Gente honesta y entregada a la Patria y mafiosos abusivos que se aprovechan de cualquier oportunidad para sacar raja. En eso no existen profundas diferencias y malos civiles hay posiblemente en la misma proporción en que hay malos militares.
Todos los gremios tienen sus ovejas negras que marcan, muchas veces, a todos sus integrantes. Se dice, generalizando en forma incorrecta, que todos los abogados son transeros y largos, que los ingenieros construyen mamarrachos o que los periodistas son faferos. Es cierto e innegable que existen ese tipo de personas y a lo mejor que abundan mucho más de lo que uno quisiera y por ello se califica a todos los componentes de un sector de acuerdo al comportamiento de las ovejas negras que cobra más relieve que el de la gente honesta que cumple con su deber sin aspavientos y por lo tanto no adquiere notoriedad.
En la disputa que hay ahora sobre el comportamiento de militares y guerrilleros, seguro que se puede afirmar que en uno y otro bando hubo gente abusiva, prepotente, violenta y criminal, pero también hubo quienes actuaron de acuerdo con principios y valores. La reconciliación no puede basarse en un borrón y cuenta nueva que nos mantenga divididos y desconfiando mutuamente.
Tiene que basarse en la justicia, que castigue por parejo a cualquiera responsable de los abusos que quedan fuera de la amnistía acordada en la negociación de paz, pero también en el cese de diferencias como las que hay entre civiles y militares.
Todos tenemos iguales obligaciones frente a la Patria y también tenemos iguales derechos. Tan capaz de contribuir trabajando desde el gobierno puede ser un militar como quien militó en la insurgencia durante el conflicto. Si firmamos la paz tenemos que tener claro que las viejas diferencias, las añejas disputas que se profundizaron durante la guerra, tienen que ser superadas y para ello está la justicia. Los mafiosos y los criminales de cualquier bando, tienen que responder por sus actos y cuando eso se entienda, estaremos avanzando hacia la paz firme y duradera.
Minutero:
En medio de tanta pobreza
resulta estrafalario
discutir sobre el salario
con tan cerrada cabeza