«A partir de ahora, quiero dos dólares por bombona de gas. Si no pagas…!», advierte el integrante de una «milicia», grupos de policías activos o retirados, bomberos o guardias de seguridad que, a cambio de «seguridad», tomaron el lugar de los narcotraficantes en las favelas de Rio de Janeiro.
Los grupos de «milicianos» ya se «apoderaron de 105 de las 250 principales favelas de la ciudad. El «Comando Vermelho», principal facción de narcotraficantes, controla 55″, afirma un informe de Paulo Storani, ex capitán de las tropas de élite del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE).
«Las milicias existen solamente en Rio de Janeiro y no paran de crecer desde 2000», dijo a la AFP el diputado Marcelo Freixo, quien presidió la Comisión Parlamentaria de Investigaciones (CPI) sobre esos grupos parapoliciales en 2008.
De acuerdo con Freixo, «el único crimen organizado en Rio de Janeiro es el de las milicias».
«Los traficantes de las favelas representan la criminalidad de la miseria. Pero nunca he visto a un mafioso desdentado y no escolarizado», añadió este legislador de izquierda amenazado de muerte durante su trabajo en la CPI, y que recibió el apoyo de Amnistía Internacional.
Este creciente poder de las milicias ya fue denunciado en la exitosa película «Tropa de Elite 2», después de un primer capítulo dedicado a los narcotraficantes. Lanzado en los cines el 8 de octubre, el filme ya fue visto por 7 millones de espectadores, todo un récord de taquilla.
Consideradas durante mucho tiempo como un «mal menor» que el representado por los narcotraficantes, las milicias son una suerte de recreación de los «escuadrones de la muerte» que perseguían y asesinaban a los opositores a la dictadura militar (1964-1985).
A fines de la década de 1980 esos escuadrones se convirtieron pura y simplemente en grupos de exterminio.
Así, los grupos parapoliciales eran «contratados» por comerciantes de los suburbios para hacer una «limpieza» de las calles. Eliminaban niños de la calle, mendigos, rateros, traficantes y cualquier persona que pudiese provocar desorden en un barrio.
La expansión de las milicias se remonta a diciembre de 2006, cuando invadieron varias favelas de la zona oeste de Rio de Janeiro y expulsaron a los narcotraficantes.
«Las milicias llegaron ofreciendo lo que llamaban «protección» a los habitantes a cambio de una tasa de seguridad, y se apoderaron de la distribución de gas, del transporte de pasajeros y de la televisión por cable. Están donde el Estado está ausente», explicó Freixo.
Sus actividades se tornaron más rentables que el tráfico de drogas. Sólo en la favela das Pedras la mafia recaudó en 2008 unos 2,5 millones de dólares por mes solamente con el control del transporte de pasajeros en miniómnibus, según la CPI.
La más famosa de las facciones es la «Liga de la Justicia», que usa el emblema de Batman. Las casas protegidas son marcadas con el emblema.
Los que se atreven a investigar son víctimas de intimidaciones y violencia: tres periodistas fueron secuestrados en la favela de Batan y torturados en mayo de 2008. Los tres periodistas fueron liberados después de 15 días con la orden de «quedarse callados».
«Los milicianos tienen también un brazo en la política», dijo Freixo en un informe sobre más de 200 integrantes de estas agrupaciones. Según el legislador, el gobierno de Rio de Janeiro «no tiene la voluntad política de combatir las milicias que han hecho que muchas personas sean elegidas» a cargos públicos.
Sin embargo, luego de la CPI, numerosos jefes de milicias fueron arrestados, incluyendo tres consejeros municipales y un diputado del estado de Rio.
El comisario Claurio Ferraz, del grupo de Represión del Crimen Organizado, reconoce que es «difícil» combatir a las milicias. En los tres últimos años su grupo arrestó a 648 personas pero, «como en el tráfico de drogas, los jefes presos son rápidamente reemplazados», según dijo al diario O Globo.
El fenómeno de las milicias comienza a expandirse por Brasil y el gobierno federal debe «actuar rápidamente» para evitarlo, advirtió Freixo.
«Las milicias se han debilitado políticamente, pero para que ellas desaparezcan hace falta cortarles el brazo financiero», añadió.