Cerca de 46 mil iraquíes regresaron en octubre a Irak al considerar que la seguridad ha mejorado, sobre todo en Bagdad, donde los atentados, secuestros, ejecuciones y enfrentamientos entre grupos armados han disminuido sensiblemente.
Esta mejoría en la situación del orden público sería la consecuencia de la aplicación de un vasto plan de seguridad desde febrero de 2007 por parte del ejército estadounidense y de las fuerzas iraquíes para frenar las violencias sectarias en la capital, sumida en el caos.
Según el primer ministro Nuri al-Maliki, este plan ha permitido «echar a los terroristas fuera de la ciudad y el retorno de la paz en las calles».
Pese a este optimismo, el número de iraquíes desplazados en su propio país aumentó sin embargo un 16% en septiembre, alcanzando la cifra récord de cerca de 2,3 millones, según la Media Luna Roja iraquí.
Dos millones de iraquíes huyeron a Siria (1,4 millones) y Jordania (entre 500.000 y 750.000).
Refugiado con su familia en Siria para escapar a la violencia en la capital iraquí, Arif Abdul Salam decidió regresar al país al juzgar que «la seguridad ha mejorado, especialmente en Bagdad».
El y sus parientes forman parte de las 7.000 familias que han tenido la valentía de retornar, tomando al pie de la letra al ejército de Estados Unidos y a las autoridades iraquíes, que aseguran que la situación ha considerablemente mejorado en Bagdad.
Más prudentes otros iraquíes –hombres– han preferido regresar solos para juzgar la situación, dejando a sus familias protegidas en su país de exilio.
«Quería primer juzgar por mí mismo, antes de traer a mi esposa y a mi hijo», dice Ali Mohammed, un funcionario jubilado de 59 años. «Si todo va bien, mi hijo regresará para continuar sus estudios de ingeniero», explica Mohammed, agotado por el trayecto, en medio del barullo de los viajeros.
En otro barrio de Bagdad, en la calle al Salhiyah, adonde llegan diariamente las líneas de autobuses internacionales, la escena es casi idéntica.
Decenas de muchachos se disputan para transportar las maletas de los recién llegados, que desembarcan de tres autobuses procedentes de Siria y de Ammán, en Jordania.
Los autobuses cargados con los bienes de los refugiados que regresan al país son cada vez más numerosos, observa Firaz Abdul Ameer, quien dirige una pequeña agencia de viajes.
«Del otro lado de las fronteras, muchos esperan regresar pronto», asegura su colega Ahmed Norri, de la agencia Al Taif.
El flujo de viajeros hacia Siria y Jordania ha parado. «Decenas de clientes nos llaman del extranjero para preguntarnos cómo es la situación en Bagdad», dice Ahmed Norri.
«Aunque me sentía en seguridad en Siria, mi corazón se había quedado en Bagdad», cuenta, emocionado, Basil Aiash, comerciante de 44 años. «Oí decir que la seguridad mejoraba, decidí hacer mis maletas y regresar. Qué bueno es volver a casa», exclama.