Ciento quince mineros, de los 153 atrapados desde hace ocho días en una mina inundada del norte de China, fueron rescatados hoy con vida, y las operaciones prosiguen, indicaron los socorristas, que tienen esperanzas de encontrar otros sobrevivientes.
«Es un milagro en la historia de las minas de China», declaró el jefe de la Administración de la Seguridad del Trabajo, Luo Lin, que asistió a las operaciones de rescate.
Las operaciones prosiguen para encontrar a los 38 mineros que todavía no han sido ubicados.
«Todavía hay esperanzas para los que siguen atrapados», ya que se encuentran «en un nivel bastante alto», declaró uno de los socorristas, Liu Huawei.
Esta madrugada nueve obreros volvieron a ver la luz, seguidos horas después por otros, hasta llegar a 115.
Durante toda la mañana, la mina de Wangjialing, en la provincia de Shanxi, fue escenario de una ronda de ambulancias y camillas sobre las cuales eran evacuados los sobrevivientes, filmados en directo.
«Cuando bajamos, vimos las lámparas de los cascos. Estábamos locos de alegría», contó el socorrista Liu Huawei.
Los mineros salvados, envueltos en mantas verde caqui, con el rostro cubierto por toallas o ropa para proteger sus ojos de la luz después de haber pasado tantos días en la oscuridad, eran acogidos por los responsables de la operación, en medio de los aplausos de una multitud de socorristas y de personal médico.
Los nueve primeros rescatados salieron en la madrugada del lunes, bajo perfusión y oxígeno, pues se encontraban totalmente deshidratados.
Pero en la mañana del lunes su estado de salud ya era «estable», según anunció la agencia China News Service, citando a responsables del hospital de Heijin, a unos 50 kilómetros de la mina.
Los primeros rescates infundieron nuevas esperanzas a los socorristas, alentados además por declaraciones de un responsable de la Administración de la Seguridad del Trabajo sobre la posibilidad de hallar a otros mineros vivos, pues se habían oído nuevos ruidos.
Las primeras señales de vida se detectaron el viernes, cuando se oyeron golpes en una cañería y se izó hasta la superficie un tubo con un alambre al parecer enrollado por los mineros atrapados.
Rápidamente descendieron baldes con alimentos por la apertura, a través de la cual pasaba el caño, con la esperanza de poder alcanzar a los sobrevivientes.
Acompañados de buzos, los socorristas penetraron el sábado en la mina y dieron parte de una situación «complicada», porque había más agua de lo que suponían, a pesar de que unas 3.000 personas bombeaban agua desde comienzos de la semana.
Pero el domingo en la noche también vieron rayos de luz, que los llevaron hasta los primeros sobrevivientes.
El lunes por la mañana, un equipo de 300 socorristas volvió a bajar al socavón.
El epílogo menos trágico que lo que se temía debería calmar un tanto a los trabajadores de un sector que en la última semana tuvo pérdidas humanas alarmantes, incluso en un país reconocido por lo peligroso de sus minas.
Unas 30 personas murieron y varias decenas resultaron desaparecidas en cinco accidentes diferentes.
La seguridad suele ser deplorable en la minas chinas de carbón, que abastecen casi el 70% de las necesidades energéticas del país.
El año pasado, 2.631 personas murieron en las minas de carbón chinas, es decir casi siete muertos por día, lo cual representa pese a todo un 18% menos de víctimas que en 2008.
Troncos de árbol y agua sucia permitieron sobrevivir a muchos de los 115 hombres rescatados el lunes después de haber pasado ocho días en el fondo de una mina china.
Socorristas y autoridades locales lloraron de alegría cuando los mineros fueron sacados uno a uno a la superficie, ocho días después de la catástrofe ocurrida en la mina en construcción de Wanjialing, que se inundó repentinamente, en la cuenca hullera de la provincia de Shanxi.
«Fue un milagro. Estaba conmovido y lloré. Todo el mundo lloraba, las autoridades oficiales también lloraban», declaró a la AFP uno de los socorristas, Liu, de 50 años de edad.
«Muchos de ellos están en buen estado. Algunos tenían todavía fuerzas para estrecharnos la mano», dijo Liu, al cabo de un día en el que pudieron ser salvados 115 de los 153 mineros atrapados en el fondo del pozo.
El jefe de los socorristas, Chen Yongsheng, da los detalles de la increíble aventura de esos hombres, cuando las esperanzas parecían perdidas y que la catástrofe parecía llamada a convertirse en la peor sufrida en dos años por la industria minera china.
«Los hombres fueron astutos», dijo Chen a la agencia semioficial China News Service (CNS). Para economizar las lámparas «se agruparon y las hicieron funcionar alternativamente, a fin de que los socorristas pudieran localizarlos».
«Los atrapados contaron a los socorristas que habían comido corteza de los troncos de pino utilizados para sostener la galería, y que bebieron el agua (infiltrada). Así pudieron resistir», contó.
Un médico citado por el Shanghai Evening Post relató que un minero le explicó que se había atado con su cinturón durante tres noches seguidas para no ahogarse al quedarse dormido. Después, se subió a un carro de galería que flotaba y pudo alcanzar un lugar seco.
En el hospital Shanxi Aluminium Plant, al que fueron llevados decenas de los mineros rescatados, Liu Qiang, que dirige el equipo médico, explicó que muchos hombres están sumamente débiles y tienen problemas de presión arterial, pero que en su mayoría pudieron ya empezar a comer una papilla de arroz.
Para el centenar de socorristas que siguen en la mina, la urgencia es ahora salvar a los 38 hombres que siguen en el fondo del pozo, inundado el 28 de marzo.
«Todavía hay esperanzas, porque quedan lugares no cubiertos por el agua, pero no estamos seguros de que sigan vivos», dijo el socorrista Liu, agregando que la acumulación de gas en una parte del pozo plantea un nuevo riesgo.
«La situación abajo es muy difícil», afirma otro socorrista, Lin Yonghong, de 28 años, con el rostro aún ennegrecido. «El principal riesgo son los gases tóxicos», señaló.
Liu Huawei, otro socorrista, se prepara a volver a la mina con la cara todavía cubierta de hollín.
«Cuando bajamos, vimos lámparas de cascos» de minero. «Estábamos locos de alegría y emocionados», agregó antes de volver al pozo, mientras los equipos de enfermeras se mantienen listos para intervenir.