Miguel íngel Vásquez, el Poeta de la Revolución


Otra parte de los murales del Palacio Nacional hecho en alegoria a la historia y desarrollo de Guatemala.

POR MARIO CORDERO íVILA

El pasado 15 de octubre dejó de existir Miguel íngel Vásquez, quien fuera conocido como el Poeta de la Revolución, debido a su actividad poética durante el Gobierno de Juan José Arévalo. Nacido en 1922, falleció a los 88 años de vida.


Un año después de la gesta cí­vica de octubre de 1944, Miguel íngel Vásquez se consagraba como el poeta más sobresaliente de la época. En un ambiente literario poco propicio durante la dictadura de Jorge Ubico, las letras nacionales habí­an entrado en un rezago, por lo que parte del plan revolucionario consistí­a en hacer florecer las artes y la literatura.

El 19 de octubre de 1945, Miguel íngel Vásquez recibí­a la Primera Medalla de Oro por el Primer Premio de la Revolución del 20 de Octubre por su poema «Cuatro instantes de la Revolución». Habí­a presentado otro poema, «Romance del Veinte de Octubre», el cual recibió una mención honorí­fica.

Vásquez ya tení­a un largo ejercicio poético, pero, debido al poco apoyo durante el gobierno de Ubico, no habí­a publicado ninguno de sus tres libros concluidos para 1945: «Plegarias en grito», «Relieves en el sueño» y «Contigo».

Tras el triunfo de la Revolución, encontró el espacio propicio para su expresión. Posteriormente, perteneció al grupo Saker-ti, que se formó con una ideologí­a artí­stica que apoyaba las reformas sociales, impulsadas por los Gobiernos de Arévalo y Jacobo Arbenz.

Con la Contrarrevolución, Vásquez vuelve a caer en un silencio, pero no de creación, sino de publicación. Sin embargo, con la restauración democrática, se retomó su aporte durante estos años de la Revolución, como uno de los factores para la renovación poética en Guatemala.

Transcribo, a continuación, un fragmento del poema que le mereció el primer lugar en 1945, «Cuatro instantes de la Revolución»:

La semana pasada se cumplió un aniversario más de la Revolución del 20 de octubre de 1944. Este acontecimiento representó un salto cualitativo no sólo para la economí­a del paí­s, sino que también influyó en la mayorí­a de ámbitos de acción del ser humano.

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La poesí­a de la Revolución

En la cultura, por ejemplo, el grupo artí­stico y literario Saker ti (que significa «amanecer» en kaqchikel), se formó en torno a los ideales propuestos como planes de acción del gobierno de Juan José Arévalo Bermejo.

Probablemente, cuando se habla de generaciones artí­sticas en Guatemala, no hay otra que sea más sólida que esta generación del 44, pues fue bastante homogénea.

Lastimosamente, el desarrollo del grupo se truncó por la Contrarrevolución, y, a la larga, hoy dí­a no se miran grandes aportes de Saker ti para la posteridad. Pese a ello, hoy rescato algunos poemas concebidos desde la cuna de la Revolución, como muestra de que este evento tan importante y tan añorado hoy dí­a en el paí­s, también supo penetrar en el arte nacional.

CUATRO INSTANTES DE LA REVOLUCIí“N (fragmento)


Revolución

La ráfaga de acero palpita en la palabra:

diez letras en las venas igual que llamaradas.

Revolución

La sangre ya enrojece la música del alba

comprada por las vidas que siega la metralla.

Revolución

El mauser tiene un gesto siniestro de guadaña

para arrancar raí­ces de fuerza y amenaza.

Revolución

Viene el bramar profundo que anuncian las granadas

y se derrama el odio que esconden murallas.

Revolución

Furia en la voz, en el alma, en la mirada,

la juventud sin miedo hacia el peligro avanza.

Revolución

Gozosa en su vendimia febril la muerte pasa

mientras fusiles cantan sinfoní­as macabras.

Revolución

Atrás quedó el hogar, las madres, las hermanas,

las esposas con hijos, rezando sus plegarias.

Revolución

Un í­dolo grotesco se postra ante la rabia

de los que no permiten la patria arrodillada.

Revolución

Si muchos hombres caen, más viva es la esperanza

de ver en futuro brillar la democracia.

Revolución

Este Veinte de Octubre la voz se hace guirnalda

para los que cayeron por libertar su patria.

Miguel íngel Vásquez