Migrar: «El sueño hacia la incertidumbre»


Migrar a Estados Unidos siendo pobre y con breve educación supone vulnerabilidad y riesgo.

Como tributo a los guatemaltecos despojados de su dignidad en Postville

Julio Donis C.

Hubo un tiempo en que la migración se llamaba exilio y las razones eran de «sobrevivencia» ante la persecución de Estado, por tener ideas «distintas» y por andar metido en «cosas». Algunos de los que se fueron regresaron al cabo de los años, unos con pensamientos e ideas enriquecidas, otros con nuevas expectativas y oportunidades ante la perspectiva de la paz firme y duradera. Casi al mismo tiempo miles y miles de guatemaltecos y latinoamericanos empezaron su partida de la tierra por razones de «sobrevivencia». En ese caso a la persecución debemos de llamarla expulsión, y fue por la pobreza, por la falta de oportunidades, falta de empleo, falta de tierra, sobre explotación de los recursos naturales y otros. Todo como cauda de una gestión de la economí­a, sustentada sobre el eje oligarquí­a-estado. En el primer caso las razones fueron polí­tico-ideológicas y en el segundo las causas fueron de carácter de sobrevivencia económica. Las primeras abogaban en un sentido por las segundas.


Primero exilio polí­tico, luego económico

El primero fue exilio polí­tico y el segundo es un exilio económico con matices de éxodo. Dicha comparación sólo me sirve para destacar la vergí¼enza que significa para un Estado haber arrojado a sus ciudadanos sin haber podido cohesionar o prestarles oportunidades y alternativas. Vergí¼enza que debiera ser compartida con las élites oligárquicas del poder económico. Quienes con su avorazamiento de poder de riqueza le aporta al fin de cuentas, menos ingresos a la balanza comercial de este paí­s como fruto de sus empresas, que lo que se deriva de las remesas que los migrantes con su trabajo enví­an a sus familias.

La culpa por ese éxodo migratorio deberí­a ser compartida también por externos. Los poderes imperiales arruinaron las economí­as populares de distintos paí­ses y a sus clases medias, ocasionando grandes migraciones que impactan hoy de manera directa su estructura demográfica (Estados Unidos), y su alardeada conciencia social (en paí­ses integrantes de la llamada Unión Europea) por decir poco. Por decir mucho, el impacto de comunidades hispanas con hasta dos y tres generaciones en una dinámica de interrelación polí­tica y social con un entorno diferente, implicará como mí­nimo, el replanteo de agendas polí­ticas, culturales y sociales en varios Estados de la Unión.

Las fórmulas de la apertura global de mercado como el TLC han terminado rebotándole en la cara a sus progenitores, y no se ha resuelto el desempleo o la inequidad, me temo que lo que comparten tanto poderes nacionales como globales no es tanto culpa sino complicidad.

El «modelo» en jerga tecnócrata ahoga paí­ses como el nuestro o como El Salvador y expele a millones hacia el norte y hacia las europas a una jornada de incertidumbre que deja en principio, muertos en los desiertos de Arizona, varados en pueblos fronterizos de paso en México, ahogados en las costas de España que dan al continente africano. Los que logran desembarcar en las tierras «desarrolladas» se clandestinizan en un submundo que transcurre en largas jornadas laborales como limpiadores de casas, recolectores de basura, enfermeras y acompañantes de «gringos» en retiro que esperan plácidamente la muerte; cocineros, «waitres» ninguneados por celebridades, nanas de niños; y entre un consumismo desenfrenado que trata de llenar todas aquellas carencias de la pobreza vivida en sus paí­ses, con miles de artilugios de la economí­a del desecho. Otros tantos terminan sintiéndose más perseguidos que en sus propios paí­ses y les son despojados hasta la última gota de dignidad en las cortes federales.

Migrar a Estados Unidos siendo pobre y con breve educación supone vulnerabilidad y riesgo. Implica un despojo casi inmediato de los valores originales y las posiciones polí­ticas (cuando las hubiere), por otros materiales que alienan, denigran y someten al migrante a formas sociales de imitación o transculturación. Son millones los que conforman una masa de latinos que subsisten con el corazón anclado en un limbo de la añoranza por un pasado y un origen, y la aspiración de una condición y aceptación social y cultural que nunca será plena ni con mil green cards o la residence .

En Europa las condiciones no son diferentes, sin embargo la tradición de sus pueblos de apertura a la diversidad cultural como valor acuñado en las economí­as de bienestar de los ochentas, está topando en el lugar donde empiezan los fuertes intereses de la región europea como bloque, en la carrera por la consolidación y la batalla por el mercado global. Ese barco no puede zarpar si hay marineros de más, si no son altamente especializados y si no muestran determinada capacidad. El filtro lo ha fijado el «Pacto de la Unión Europea por la Inmigración y su Directiva de Retorno» que endurecerá las condiciones y promoverá una emigración escogida para que Europa navegue en las aguas profundas de este nuevo siglo con amarras seguras.

La paradoja de esta historia es que en otros tiempos más remotos, los flujos migratorios de Europa hacia las tierras bastas de Estados Unidos constituyeron el motor dinamizador que dio como resultado la conformación de esa nación. En tal sentido no hay que olvidar que la migración es una oportunidad para renacer y evolucionar.

«Las fórmulas de la apertura global de mercado como el TLC han terminado rebotándole en la cara a sus progenitores, y no se ha resuelto el desempleo o la inequidad, me temo que lo que comparten tanto poderes nacionales como globales no es tanto culpa sino complicidad»

Julio Donis.