La sociedad nacional e internacional se conmovió profundamente en los últimos días, ante la crisis humanitaria declarada en Estados Unidos por el fenómeno de los niños migrantes, muchos de ellos guatemaltecos, que han sido ubicados tratando de ingresar al territorio de ese país del norte, en busca de mejores condiciones de vida ante los alarmantes niveles de pobreza y exclusión social que prevalecen en Centro América.
Dentro del contexto del éxodo de guatemaltecos indocumentados, destaca la tragedia que rodeó los casos de un niño de 15 años, oriundo de Huehuetenango, y una joven de Totonicapán, quienes murieron en el desierto cuando intentaban ingresar al territorio estadounidense.
Los sorprendentes índices de la migración hacia el Norte, constituyen un llamado de atención frente a uno de los problemas más vergonzosos del siglo XXI, producto de la desigualdad y la injusticia social que caracterizan al neoliberalismo, considerado como la etapa salvaje del modelo capitalista, un sistema económico caduco que únicamente ha dejado una estela de hambre, miseria y destrucción.
Este sistema solo pone énfasis en la creación de la riqueza, relegando a un segundo plano las crecientes necesidades de los seres humanos. A estas alturas, la migración se ha convertido en sinónimo de muerte y persecución.
En artículos anteriores, hemos insistido en que Guatemala es un país rico, pero lleno de pobres, como resultado de la injusta distribución de los ingresos, ya que el mayor porcentaje de los mismos se concentra en muy pocas familias, que tras bambalinas son las que controlan el gobierno, asegurando la protección de sus intereses y los de poderosas empresas transnacionales que explotan sin piedad nuestros recursos naturales, llevándose al extranjero las mayores utilidades, mientras dejan en el país dividendos de miseria, además de daños irreversibles al medio ambiente.
Desdichadamente, el tema de los niños migrantes, se está prestando para un perverso manejo político por parte de miembros del partido oficial, el Partido Patriota, quienes tratan de llevar agua a su molino con propuestas descabelladas como las de sugerir el castigo judicial a los padres de los menores por el “delito” de estos últimos de soñar con un futuro mejor que su país les ha negado.